sábado, 23 de marzo de 2019

VERDADES QUE MATAN


















Con el asesinato a Luis Donaldo Colosio; el empresariado de México soltó un manotazo sangriento para avisarle al poderoso presidente en turno , que de este suceso en adelante, sería parte del negocio saqueador pero que  los grandes inversionistas serían los que tendrían  el verdadero mando de este país y así enterraban  al presidencialismo y las agachadas  que se enmarcaban   en el Informe de Gobierno hasta desaparecerlo. La tragedia de México no era solamente  la muerte de un candidato a la silla de corrupción a la cual quería llegar y  que se había ganado a pulso, sino el entreguismo presidencial ejemplificado a su máxima expresión  en los posteriores mandatarios, como lo fue la vergüenza foxista, calderonista y que culminó  con su prototipo perfecto en Enrique Peña Nieto. Todavía  existen interrogantes sobre la muerte de Colosio con un juicio popular  que apunta como culpable homicida  a Carlos Salinas de Gortari y oficialmente a un asesino solitario. También existen las teorías de los dos Aburtos y la transformación  arquitectónica, inoportuna,  de la explanada de Lomas Taurinas, así como los asesinatos  a quienes estaban ligados  con la investigación de aquel candidato del PRI para la Presidencia de la República. Sin embargo, pocos se preguntan, sí el homicidio referido pudo haber sido causado por el sector financiero que había sido engañado por Salinas  y que posteriormente todo se enmendó con el FOBAPROA,  o sí se trató  de una marca de territorio por medio de una señal contundente,  para avisar de que el patrimonio del gobierno ya no sería parte de la riqueza ni del Estado  ni de los que componían el gobierno para su patrimonio personal; sino que ahora sería repartido por la esfera empresarial   en la maniobra de la privatización y la quiebra paraestatal, para abrir puertas  a las operaciones ilícitas y criminales, cuyo punto de partida  simbólica  se presentó en 1994  con la muerte de Colosio  y que daba los mismos tintes, también con el asesinato a José Francisco Ruiz Massieu, seis meses después del asesinato a Luis Donaldo; lo que dibujaba un dedo apuntador al mando  empresarial absoluto, como una nueva agrupación  de organización política y de gobierno para hacer del Estado mexicano: un Estado violento, defraudador y fallido.