El volcán con nombre
náhuatl y que se manifestó por primera vez de manera representativa diez años
antes de los ataques principales para el
sometimiento al Estado Mexica a favor del Imperio Español entre los años
1519 y 1521, ayer puso en semáforo amarillo fase tres, a los Estados a la redonda del monte con
cráter llamado: Popocatépetl. Su fumarola la expulsó justo en la semana en que por primera vez un Presidente de
México, sin temor a los perjuicios, solicitó al gobierno de España y a la
Iglesia Católica una reconciliación oficial de la masacre indígena, basada en
la petición del perdón para el pueblo mexicano. Ni la naturaleza propia cicatriza
del todo, mucho menos una civilización por moderna que sea, después de un
genocidio en donde su agresor no ha dado la explicación ni un argumento de honor conciliatorio. Ha sido el pueblo de
México y de España quienes se han hermanado
de manera tácita sin acta de por medio, que ahora solicita el gobierno
de México a tres años de que se cumplan 500 años de la conquista sangrienta española, avalada por la Iglesia Católica, y de la cual según el Premio de la Paz peruano, y hoy nacionalizado español, Mario Vargas Llosa, en su personal apreciación, el pueblo mexicano ha salido beneficiado de la conquista, al haber sido integrados para
gozar del mundo occidental. Ante tantos problemas que tiene que resolver el
pueblo y el gobierno mexicano, sobre todo en su primer año de gobierno al estar sumergidos un Estado Fallido provocado por la otra colonización ahora Empresarial; la petición y el tema en la
mesa parecen ser inoportunos, pero la realidad es que a poco más de dos años de un festejo que para muchos está por venir y que otros llaman “un choque
de Culturas”; sería una hipocresía y una devaluación histórica, festejar lo que
no debe ser objeto de fiesta sino de reconciliación sin agravios; después del
perdón, y ya ni siquiera reclamos del saqueo económico que España hizo
de México después de las tremendas violaciones y también enriquecimiento
cultural en la fusión violentada de ambas civilizaciones. Los anteriores mandatarios
mexicanos han dejado pasar cada seis años la cuenta pendiente con la historia,
como la otra necesidad de que México oficialmente se llame México y no Estados Unidos
Mexicanos; pero el nuevo presidente de la nación mexicana, ha preferido la
polémica que es respetuosa y en otros casos hasta burlona por parte de los
ignorantes; que no concluir con un punto histórico que España y sobre todo
México, se merecen y tienen derecho a concluirlo formalmente, ya que el Tratado
de Paz que firmaron el gobierno español
y el mexicano, el 29 de diciembre de 1836 se deriva de un pacto de no agresión
ni de incomunicación, como países independientes y sin gobiernos fusionados, y la carta de 1871 remarca la no intención de reconquista española, pero que no existe otro ni en los mismos; ni la petición de perdón; ni el perdón concedido,
como simbólicamente, parece reclamar el gigante
en erupción, testigo de la masacre española y el México moderno.