Después del presidencialismo dictatorial en la Historia pasada y reciente de nuestro país, no se puede negar que es emotivo, que un Presidente de
la República electo y en días de tomar
funciones, en vez de negar la tragedia que vive México, determine con firmeza,
reconocer el Estado Fallido y en vez de contraponerse al pueblo, pedir su mano
para caminar juntos. Andrés Manuel López Obrador quien llega democráticamente y sin ayuda de los poderes fácticos, como
nunca antes otro; ha reconocido que en nuestro país existen perseguidos,
desaparecidos, víctimas de Estado, violaciones
a los derechos humanos, apoderamiento empresarial y obstrucción al periodismo,
abusos militares y mal uso de los cargos públicos, comenzando con el Presidente
de la República. Tal situación marca a
las nuevas generaciones y las separan de aquellas que vivieron el
presidencialismo militar, luego el presidencialismo dictatorial y finalmente el presidencialismo empresarial,
pero que nunca, -por lo que es un hecho inédito-, la llegada a la presidencia de un
luchador de izquierda, que no deja de ser político, pero que ha demostrado
diferentes ideales para el común denominador de los políticos, que han sido tan
oportunistas como sus partidos políticos a que pertenecen. López Obrador
llega con un nuevo partido formado por él; sin
el pesado compromiso de deber favores a la esfera empresarial, sindical,
partidista, política, ni a la industria
enviciada del periodismo servil, y quizá sí, con una mano desconocida y exterior,
que dio el golpe en la mesa para respetar la determinación popular en las urnas
y al pueblo que en una mayoría contundente, lo eligió como presidente. Ante
este panorama, López Obrador llega con un poder absoluto, más que el poder que
pudo tener Echeverría, López Portillo, Salinas
de Gortari, Vicente Fox y cualquiera de los Presidentes de México, incluyendo a
Peña Nieto quien ha terminado debilitado. Sin embargo, de todos ellos, es el
próximo presidente poderoso pero con diferentes frentes de enemigos, quien parece haber determinado querer acabar con
el abuso, el despilfarro y el saqueo que ha llevado a un país rico a ser una
comunidad miserable y violenta por causa de su mal gobierno, de la manipulación
social y por el descuido del pueblo, que tal y como lo hace quien será
Presidente del país, también es hora, de que asuma sus responsabilidades, y pueda darse cuenta que debemos defender y
aportar en este avance político, que
no está muy cerca de ser la cuarta transformación del país, al menos en el
aspecto revolucionario e ideológico, pero que abre puertas a una etapa que puede tener alta dosis de humanismo.