CLAUDIA SHEINBAUM PARDO, JEFE DE GOBIERNO DE LA CIUDAD DE
MÉXICO expresó su postura en la conmemoración de los 500 años en que los españoles atacaron
a pueblos indígenas para conquistarlos, y dijo: “vale la pena imaginar lo que
había en este espacio (en el zócalo capitalino), en esta tierra hace más de 500
años. A unos metros de donde nos encontramos hoy se erguía el centro ceremonial
de Tenochtitlan, dominado por el Tempo Mayor, una pirámide con dos templos
dedicados a los dioses Tláloc y Huitzilopochtli, y que para los mexicas
representaba el Coatépetl, la montaña sagrada, que almacenaba la lluvia, los
rayos y las semillas multiplicadoras de la vida.El templo era considerado el
centro del universo, la morada de los dioses, y el lugar por excelencia en que
las personas podían descender a los niveles del inframundo o ascender a los
niveles de los cielos.El recinto sagrado, con sus abundantes palacios,
encarnaba al mismo tiempo el creciente poder político y económico de los
mexicas, imperio que dominó otros pueblos de Mesoamérica y del sur.Los mexicas
contaban con escuelas, recintos para los sacerdotes y los guerreros, juegos de
pelota y otras estructuras religiosas como el templo de Ehécatl-Quetzalcóatl,
el dios del Viento.Fray Bernardino de Sahagún relata la presencia de 78
edificios dentro de la gran plaza principal de Tenochtitlán, la Ciudad de los
Lagos.El Templo Mayor estaba separado del resto de la ciudad por una gran
plataforma con escalinatas hacia ambos lados, y de él partían las tres grandes
calzadas que, a su vez, comunicaban la ciudad con tierra firme: hacia el sur
Iztapalapa, hacia el poniente la de Tlacopan, Tacuba, y hacia el norte la de
Tepeyac.Los únicos que tenían acceso permanente al recinto sagrado eran los
sacerdotes, guerreros, gobernantes y estudiantes del Calmécac; la gente común
sólo tenía permitida la entrada durante la celebración de las fiestas
cívico-religiosas.Pero, más allá de su arquitectura, podemos decir que la
cultura mexicana fue síntesis, conjunción, también destrucción y
reconstrucción, modificaciones y nuevas interpretaciones de las creencias y
tradiciones milenarias, centenarias de los antiguos pueblos mesoamericanos, de
una complejidad que implicaba una filosofía sobre la existencia misma y su
historia, sobre la filosofía de las personas, sobre la creación del universo,
lo divino y lo terrenal, la astronomía, la agricultura, la cosmogonía de los
pueblos originarios, de estas tierras y su complejidad que aún no alcanzamos a
visualizar no es quizá, como ninguna otra, una historia lineal y progresiva; es
diversa, condensa luchas, migraciones centenarias de diversos pueblos.Pero esa
historia fue cortada, tuvo un vuelco hace 500 años. No se trata de olvidar al
imperio y el sojuzgamiento de los mexicas frente a otras culturas o la alianza
de los españoles y otros pueblos para derrotar al imperio mexica; se trata de
debatir, de poner en el centro lo que significó la invasión española, lo que
significó esa ruptura que impuso una visión dominante desde occidente, que
trajo una pandemia, la viruela, que acabó con miles de los pobladores
originarios, la caída de México-Tenochtitlán, la captura del último tlatoani,
Cuauhtémoc, y los 300 años de Colonia posterior nos hacen, al menos, cuestionar
de fondo la idea que durante mucho tiempo pretendió ser dominante de los
civilizatorio, de occidente frente a la barbarie, de los pueblos originarios,
del descubrimiento de una tierra que ya tenía grandes civilizaciones, la
llegada, lo avanzado supuesto frente al retraso, la crueldad supuesta frente a
la piedad.Como dice Pedro Salmerón: ‘El triunfo de la modernidad frente al
retraso, como si las armas modernas, la tecnología, la ciencia, la religión
fueron las que permitieron la asombrosa victoria española y la caída del
México-Tenochtitlan’.No, esa ya no puede ser la única interpretación ni la
dominante, porque entonces propagamos una historia desde un solo punto de vista
que proviene de los vencedores y olvida las culturas de estas tierras; no sólo
las civilizaciones precolombinas, sino su histórica resistencia, porque como
dice Federico Navarrete: ‘La Conquista evoca en los mexicanos el referente
directo de un momento fundador a un cataclismo sin paralelo, a una derrota
lacerante y también a una victoria incontestable’.La llamada Conquista española
representó el inicio de la Colonia, la imposición de una visión, pero también
la resistencia de los pueblos. Hace 500 años la historia de esta tierra donde
nos encontramos hoy y la historia del mundo entero cambió con un hecho
histórico que conocemos como la caída de México-Tenochtitlan y que hoy
reivindicamos también como 500 años de resistencia.Reivindicar a las mujeres
indígenas de entonces y de las generaciones que llegan a la resistencia de hoy,
no se trata de una visión romanticista, sino como la reivindicación de que la
grandeza de México proviene desde ahí, y la grandeza de nuestra Ciudad de México
es símbolo de esa diversidad cultural de entonces y de ahora.Porque la palabra
conquista -y por ello la reflexión indispensable-implica la eliminación de una
diversidad que conforma nuestro México pluricultural, de la riqueza de los más
de siete millones de mexicanos y mexicanas que hablan, conservan y procuran 68
lenguas que representan culturas, historia, vínculo con nuestro glorioso
pasado, presente y futuro.Porque el progreso con bienestar, o reconoce a los
pueblos originarios su diversidad, o no es bienestar ni es progreso.Por ello,
en el rescate de nuestra memoria histórica debe enorgullecernos las
cosmovisiones, el sincretismo y el no sincretismo, del reconocimiento y la
reivindicación de los orígenes culturales previos a la llegada de los
españoles, que siguen presentes con orgullo y que representan también el
porvenir.Si no cuestionamos esa visión, estamos condenados a seguir preservando
una cultura de la discriminación y la renuncia a nuestra historia como la
riqueza milenaria de nuestros pueblos originarios.Hablar hoy de
México-Tenochtitlán y los 500 años de resistencia,obliga entonces a una
indispensable política de memoria sobre la invasión de 1521, pues en ese
momento histórico se originó uno de los fenómenos que aún lastiman a nuestra
sociedad: el racismo. Hay que recordar que los sistemas coloniales establecidos
a partir del siglo XVI establecieron una jerarquía social con base en el origen
étnico de las personas.Es fundamental mostrar que, a pesar de tener 200 años de
independencia, los valores del colonialismo, del racismo, han permanecido en
nuestra sociedad, pues reproducen prácticas y valores discriminatorios, es por
ello que es tan necesaria la memoria histórica.La herida colonial de nuestra
sociedad sólo podrá sanar si hablamos de ello.Hace siete siglos, en esta ciudad
se levantó la legendaria Tenochtitlán, cuna de la cultura mexica, que la vida…
que lleva el nombre de nuestro país, de nuestra nación: México.Huitzilopochtli
ordenó que fundaran la ciudad donde estuviera un águila parada sobre un nopal
devorando una serpiente, y hoy es el elemento central de nuestra bandera, este
pedazo de tela que nos distingue, nos une en la diversidad de la grandeza de
México que nos enorgullece.La Ciudad de México tiene una historia milenaria
donde sus habitantes jamás han dejado de resistir y de luchar por la justicia,
la libertad y la igualdad.Por ello, nuestra ciudad es progresista, es centro
cultural de México, es historia y es presente, es origen y continuación de
todas las luchas, es futuro y es esperanza.En esta ciudad se vive la rebeldía y
el amor; por ello, el racismo, el clasismo y todos esos ismos que son
reminiscencias del México colonial no tienen más futuro, son el pasado, es el
pueblo de la ciudad su solidaridad y su amor lo que nos distingue.Como jefa de
Gobierno de la Ciudad de México me siento orgullosa de nuestro pasado y nuestro
porvenir, y estoy comprometida a defender esta, nuestra grandeza milenaria, y a
reivindicar la resistencia para convertirla en la riqueza del presente y el
futuro de nuestra ciudad.La transformación, revolución de las consciencias y
reivindicación de una patria diversa, multicultural, sobre esa base se
construye el bienestar, respetando la diversidad, sí, esa es la transformación
de la vida pública de México.Nuestra memoria, nuestro glorioso presente y
nuestra esperanza. Más en www.somoselespectador.blogspot.com