El diagnóstico simplista, de que el no uso constante y hasta en casos innecesarios del cubrebocas por parte del Presidente Andrés Manuel López Obrador, resulta la causa de la situación extragrave que guarda nuestro país ante la pandemia del coronavirus al ser un mal ejemplo, y al igual, las demandas irracionales por la no recuperación del sector salud en menos de dos años; es la constancia inequívoca del control mediático masivo y del nivel intelectual de muchos de los mexicanos, que son un factor más directo del contagio de covid19 en México. La cultura de la queja constante hacia el Presidente de la Nación en turno, ignorando los crímenes sanitarios que ejecutan los mandatarios locales y de otros países que también afectan de manera indirecata al nuestro, es un -acondicionamiento reflejo- que ha sido arraigado, por el saqueo presidencialista y después presidempresalista que ha sufrido nuestro país, así como el hecho de que se magnifiquen desempeños de gobiernos de otros países y que nos sirvan de ejemplo, cuando también tienen criticas de cada uno de los ciudadanos de cada entidad, y que son igual de constantes que en el nuestro, ante la deseperación de un hecho trágico e inédito y con resultados, igualmente de catastróficos. La irresponsabilidad de cada ciudadano que no es asumida ni en lo individual ni en lo colectivo, y la perversa información de que el cubrebocas es una semivacuna o la medida precautoria y preventoria más importante en esta pandemia, resultan un caldo de cultivo para una sociedad mexicana inoperante, sin capacidad de resolver, y con el anhelo de efectuar un sufragio cada tres o seis años o una queja cotidiana acostumbrada; cuando la protección fundamental ante el coronavirus, en realidad es la sana distancia acompañada de la alimentación y la fortaleza mental, que solamente la puede dar el equilibrio ético y moral, que desde luego, la adoctrinación neoliberalista y antihumanista nos han arrebatado y que no nos la pueden devolver ahora, el simple decreto o ejemplo presidencial por más calidad moral que tenga. La contradicción como nación mexicana es parte de nuestra historia y de nuestra tragedia educativa y de comportamiento humano. Quienes dicen que el Presidente de la izquierda no es un referente legítimo de política idónea para el país, son quienes también dicen que es un punto de ejemplo colectivo. Conducta y pensamiento tan claros, como aquellos que no usan el cubrebocas adecuado, no lo utilizan de la manera adecuada y contradictoriamente, al paso de las horas, se sienten seguros y ejemplo de urbanidad, al de pronto tener en la boca un pedazo de tela como trapo contaminante, y además sentirlo como protector suficiente y bastante para no guardar la sana distancia. Por otra parte, también resulta claro, que la medida extrema de quedarse en casa y cerrar lugares comunes para obligar al encierro domiciliario, definitivamente no deben ser autoritarias, pero sí debe de regresarse lo más pronto posible a esa medida desagradable pero que es efectiva para no saturar el servicio hospitalario como ya está ocurriendo irremediablemente y con mayores índices de contagios y de defunciones que cuando fue procurado el encierro, al principio de esta pandemia, que ahora en México, ya no se puede medir en cientos, y que ya estamos en la contabilidad por millones. Los círculos del efecto pandemial se van fatalmente cerrando, y sin una vacuna de por medio, se debe entender de una vez por todas, que la responsabilidad de cuidar nuestra salud, en estos momentos es de cada uno de los ciudadanos y la responsabilidad del servicio hospitalario sin saturaciones, es del gobierno. Ambas resultan acciones de Estado y la verdadera acción de efectividad en el control de la pandemía dentro de lo posible, ante una situación complicadamente contagiosa.
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