Ni el presidente del PAN, supuestamente respetuoso de las instituciones, ni el secretario de gobernación un hombre que se dice de leyes e instituciones, estuvieron presentes como lo hicieron el resto d elos actores políticos del país, en la entrega de la constancia de mayoría a Andrés Manuel López Obrador como Presidente electo de México. Su ausencia es un símbolo inequívoco de que el nombramiento presidencial se lo otorgó el pueblo de México y no la podrida clase política que se encargó en los últimos años a imponer al Presidente y que ahora se reúne, no para ser un bando crítico o de oposición a la propuesta lopezobradorista que podría resultar sano en una democracia; sino como una estrategia como resistencia del poder y de defensa de intereses personales con el fundamentalismo de corrupción y privilegios, y el coraje de que un hombre les enseñó como llegar al máximo titulo que aspira un político, sembrando credibilidad y no engaños.