lunes, 16 de julio de 2018

LA IMPORTANCIA DEL CARRO CARGADO






















Es recomendable siempre nivelar poderes, contrastes y confrontación de ideas y diálogo para la vida democrática. En México pocas veces se ha dado esa circunstancia, en pocos  casos hemos tenido un congreso  dividido y cuando la oposición llegó a tomar curules, se terminó el Informe Presidencial porque al mandatario en turno ya no le convenía la protesta colectiva cuando en la época portillista eran interrupciones de lectura por aplausos prolongados. En las recientes legislaturas hemos tenido un cuórum  de apariencias, como el que tuvo Peña Nieto ante un PRD, PAN y PRI y partidos pequeños que no se hacían balance, pues todos iban en el mismo sentido ante las mochadas y la política neoliberalitas bajo el mando de la esfera empresarial. Ahora en la próxima legislatura aparecerá MORENA como mayoría y el PRI rebajado a su máxima expresión, situación que en estos primeros tres años del sexenio presidencial es más que conveniente y recomendable, ante un nuevo proyecto de nación encabezado por Andrés Manuel López Obrador, lo que debe ser una excepción a la regla, ya que ante un cambio de mandato tan radical a los que han antecedido, es importante que el proyecto  se desarrolle libremente y sin la traba legislativa, y así poder apreciar en estos tres años la oprebilidad o no del proyecto de nación que fue escogido por la mayoría de los mexicanos, quienes notaban un disimulo entre los otros proyectos, que en realidad eran uno solo. La resistencia a la formación de una nueva república que quite privilegios a la mayoría de los políticos que solo pensaban en ello y no en sus funciones legislativas y de gobierno, tratan de hacer creer, que  en ningún caso es conveniente un congreso sin contrapesos, sin embargo en el panorama que se avecina, sí es conveniente por as razones que hemos expuesto. Sin embargo se alzan muchas voces  que dicen asustarse por la no pluralidad y contrapesos, mismas que se mantenían calladas cuando legisladores como Diego Fernández de Cevallos o el mismo Ricardo Anaya, supuestamente opositores al priísmo peñista, le daban manga ancha y lo dejaban hacer y deshacer a su total antojo.