Cuando el político René Bejarano fue golpeado en una trampa a nivel mundial en donde sus verdugos lo condenaban a la hoguera por un acto de aparente corrupción de miles de pesos guardados en un portafolios, lo que lo llevó casi al suicidio, señaló al pasar la tormenta escandalosa que por ratos aún lo sigue, que "lo que se ve si sé Juzga", situación contraria al dicho tradicional que mal advierte que lo que uno observa debe ser la única verdad con todo y las apariencias engañosas. El uso indebido y criminal de las nuevas tecnologías, la lucha de poder entre políticos y autoridades, la defensa mediática ante la la lucha por conservar privilegios ilícitos, el fajo nivel del periodismo de espectáculos rebajado a nota rosa, la necesidad de fabricar culpables y liberar a quienes no son inocentes y el pretexto de la revolución sobreproteccionista de género, nos obliga al análisis doblemente meditado de lo que puede ser una apariencia peligrosa para nosotros mismos o para otros, o la manera injusta de redactar una sentencia social inadecuada. Lo que para la ética la palabra de honor representa más seguridad que una firma en un papel, ahora parece servir de una arma que confunde quien es el culpable y quien es el inocente, por lo que debemos aplicar estrictas precauciones de no juzgar. Tal es el caso de la acusación de Frida Sofía, hija de Alejandra Guzmán del supuesto abuso sexual hacía ella, por parte de su abuelo Enrique Guzmán, en donde ni se debe no creer a la víctima ni se puede juzgar sin elementos al posible victimario. La investigación, el ofecimiento de pruebas y la valoración de las mismas, es la clave para acercarnos a la verdad de las cosas y no la simple apariencia.Más en www.somoselespectador.blogspot.com