-Me tocó, al principio sí me gustó pero después me dio asco; creí que yo era la que estaba mal, pero comprendí todo después de que también me abusaron y me llegaron a violar amigos de mi mamá-, son declaraciones de la nieta del rocandrolero Enrique Guzmán que lo tienen en el centro del escándalo. Televisoras se han partido en dos, unas apoyando al cantante y otras a la hija de Alejandra Guzmán para dibujar un cuadro más de nuestro tiempo, en donde el aparador mediático se convierte en un tribunal público sin admisión de probanzas. Tan criminal resulta no creer en el dicho de la víctima como condenar sumariamente al supuesto victimario. La difusión de detener la violencia de género sin graduar con la misma importancia la violencia generalizada, tiene como fin, el seccionar el reclamo grupal justo para desvanecer el progreso social y evitar movimientos de mayor dimensión humanista. De ahí términos penales como el feminicidio cuyo elemento resulta mucho más difícil acreditar que un homicidio y la no existencia de la figura del masculinicidio, si hablamos de la igualdad del hombre y la mujer ante la ley, con lo que se advierte solamente una observancia y un reclamo divisorio, excluyente y lo más grave, poco efectivo. El abuso histórico y en todos los sentidos que se la ha hecho a la mujer tanto por hombres como por propias mujeres, solamente se puede igualar al abuso infantil o animal. La acción doblemoralista con fines divisionistas y antiideológicos ha servido de arma inquisitoria para la supuesta víctima e insuficiente para el agravio social en caso de ser existente el abuso, no solamente femenino sino también masculino, y sin que debiera importar si el abuso es para una mujer, un hombre, o para un ser incapacitado, a ancianos o a niños. La marginación profesional, religiosa y hasta linguística en contra de la mujer, se utiliza de manera oportunista, para disimular una protección mundial al sexo femenino sin importar que ahora el estado de indefensión sea para el hombre. Y es que mientras menos equidad e igualdad exista entre la mujer y el hombre, el camino de la convivencia, de la justicia y sobretodo de la educación humana y sus valores, los tendremos más alejados. El aprovechar la condición de hombre o de mujer, se produce cuando existe una deficiencia moral, educativa y legal. En lo que respecta a lo legal, la violación con uso de la fuerza más que con la intimidación psicológica, resulta en cierta forma, de mayor elementos probatorios, sin embargo el abuso sexual en sus diferentes modalidades, al tratarse de una acción inquisitoria e íntima, anteriormente resultaba de mayor dificultad para comprobar su comisión, y ahora ante el populismo jurídico, resulta de menor dificultad pero de mayor grado de difamación y menor forma de desvanecimiento para el acusado inocente, que debemos considerar aunque se olvida, que la víctima no solamente puede ser una mujer sino también un hombre. La solución para procurar la justicia a la víctima o al señalado de manera falsa, radica en los avances que puedan darnos la ciencia médica como instrumento auxiliar de la jurídica por medio de diversos peritajes, y lo más certero que pueda ser, cada vez más , el detector de mentiras o prueba del polígrafo, así como el aumento de la sanción penal para quien realice una acusación falsa, -pero siempre mediando y dando elementos de apoyo para que ésto tampoco signifique el miedo a denunciar-; así como una legislación estricta para el control de la difusión de un acto aún no comprobado. No han pasado ni cuatro décadas de que la violación entre cónyuges era inexistente, o el rapto no era un delito con sanciones graves; lo que reflejaba una ley retrograda y sumamente infame, tanto en su letra como en su práctica. Ahora vivimos nuevos tiempos, en donde se finge tener una legislación de avanzada en letra, pero inoperante para el bienestar de hombres y mujeres en práctica. En el caso que ha dado tela de donde cortar para animadores del chisme en el inconstitucional periodismo de nota rosa, en donde no se sabe si creerle a Enrique Guzmán o a su nieta Frida Sofía, sobre una acción delictuosa que en la mesa legal ya está prescrita, la solución práctica sería el uso del polígrafo, si y sólo si, esté acompañado de estrictos y variados peritajes psicológicos para comparar autenticidad de dichos y aún así. estaremos aún, alejados de la verdad histórica y no excluidos de lanzar a la hoguera al inocente, pero en cambio,ganando la gloria del rating televisivo antiético y criminal