Asumir la responsabilidad de no preparar una pista de aterrizaje
idónea para el helicóptero en donde viajaba el secretario de Gobernación Alfonso Navarrete Frida y el Gobernador
del Estado de Oaxaca, Alejandro Murat, para inspeccionar los daños que pudo causar un sismo (sin
saber específicamente de que daños se trataba), y querer llegar justo al área en
donde se le pide a las personas se refugien después de un temblor, para
lograr el deslumbrón político; no basta
con un usted disculpe, cuando se sabía que no había iluminación para el
aterrizaje en una cancha de fútbol que
levantaría polvareda con las hélices de la aéreonave. El general Salvador Cienfuegos ha tenido la desfachatez
de no solicitar su renuncia y el Presidente Peña de no reemoverlo de su cargo, a quien pretende
ejecutar una ley de Seguridad Interior,
para militarizar al país, con el pretexto de atacar a la delincuencia, ocupando la función de la policía, cuando el estratega militar no es
capaz ni siquiera de planear el aterrizaje de un helicóptero. La negligencia provocó, que los habitantes
de Santiago Jamiltepec, Oaxaca, quienes
estaban sanos y salvos del sismo, fueran
atropellados por la nave militar por la premura política de querer deslumbrar y
la torpeza del “generalote”, lo que provocó más de doce muertos, cuando al principio solamente se hablaba de dos, y que también provocó, una decena de heridos, incluyendo el caso de una niña quien vivió el drama
al observar como atropellaban a su familia. Después a la menor, Monserrat de doce años de edad, le tuvieron que amputar una pierna
y después la otra. “Yo asumo la responsabilidad” dijo Cienfuegos ante la insistencia del presidente Municipal
del lugar de la tragedia, - Efraín de la Cruz- que señalaba que la cancha donde reposó el
helicóptero tuvo que ser regada para evitar lo ocurrido. Sin embargo Salvador
Cienfuegos se ha limitado a platicar con los habitantes afectados como si se tratará de un redentor, y a
señalar que ya nada puede hacer, al no tener el poder para revivir a los
fallecidos. Sin embargo “el inútil militarote” sigue desayunando, comiendo y
cenando, con el producto de un ingreso económico que no desquita
como servidor público y con lo que
mancha la honorabilidad de las fuerzas armadas mexicanas. Una cosa es un
accidente al que nadie está exento y la otra,
una negligencia convertida en tragedia. Por lo que está visto, que la verdadera estrategia que sí tienen calculada los ineptos y corruptos gobernantes, es aquella de dejar pasar los días y que el olvido haga su cometido.