viernes, 26 de marzo de 2021

ATRAS DEL TELON














ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- Ni el arte, ni la educación ni la salud es la prioridad para la magnaempresa teatral que abre sus puertas en una pandemia,  en donde México sigue registrando altas cifras de contagios y de muertos;  en donde su  prioridad es el negocio (aunque al principio de la pandemía trataron de disimularlo), y es el negocio  incluso de mayor peso específico que la susbsitencia económica, pues antes de la tragedia altamente contagiosa por el Coronavirus, ningún empresario había pensado  ni actuado. por las condiciones laborales  ni de higiene en el trabajo  de sus taquilleros, acomodadoras o personal de intendencia, como ahora tampoco piensan los grandes productores teatrales,  en formar un fondo para las pequeñas compañías teatrales o para el teatro alternativo, de obras infantiles  y de obras cortas, que no tienen para cuando abrir,  y que tampoco  tienen un pase abierto  de audiencia con las autoridades capitalinas o con los legisladores  de la CDMX, y que no tienen el apoyo solidario que los propios teatreros pedían,  se les brindara por parte del gobierno.  Sin un manual de procedimientos que se haya realizado a conciencia  y mucho menos difundido, y que no se limite al  del cubrebocas  que no esté  caduco y   con su uso correcto; los espectadores  en estas semanas venideras, podrán  disfrutar  de lo que tanto queremos que es el teatro, pero muchos con el riesgo de perder lo que también tanto queremos pero que poco apreciamos que es la salud y la vida. Ahora resulta que de todos los teatros que  se encuentran en la CDMX,  cuentan con condiciones de operatividad ante esta emergencia sanitaria, y que basta  ocupar únicamente el treinta por ciento de sus localidades para solucionar el problema de contagio, sin que en el boleto,  la autoridad  de salud ni la Secretaria del Trabajo por medio de una certificación  avalada por la dirección de   Inspección en el trabajo, puedan garantizar la seguridad  de los espectadores y de los actores que acuden a divertirse y a trabajar al teatro. De la ANDA y de sindicatos de trabajadores de esta industria operativa teatral, mejor ni hablamos, y el ejemplo de su desempeño está más que expuesto en lo que ha pasado dentro de los foros de televisión. Sin embargo ante cualquier crítica  de apertura inapropiada, vendrá el argumento de que tenemos que activar la economía y ya no podemos resistir,  pero sin la autocrítica de que  parte del teatro se basa en  un manejo monopólico empresarial  con patrocinadores acaparadores y hasta con empresarios de dudosa procedencia en donde ante un país rico pero arruinado, con gobiernos corruptos y obsoletas leyes fiscales; el lavado de dinero es tan común como recientemente ha sido entrar al teatro sin compostura correcta y comiendo palomitas de maíz. Existen dos tipos de teatros en México, aquel  de entusiasta creatividad, de acción vocacional en donde el artista disfruta a la par del espectador y que ha aprendido a ser autosuficiente con todo y sus pérdidas,  y a enfrentar sin cerrar, butacas vacías por falta de promoción y de una prensa teatral que ha sido atropellada por una prensa de chismes. Y existe  aquel otro, netamente comercial, que prefiere obras compradas en el extranjero, antes  que abrir paso a nuevos escritores mexicanos. No es lo mismo el teatro educativo que  no se olvida de entretener y de divertir a aquel proyecto teatral  que sirve para doblemoralizar  a los acaparadores de la industria y  que tiene fines económicos  que también pueden validos y genuinos, pero  que se  le olvidan que además de ser un negocio, el teatro también cumple una función educativa y social que debe ser irrenunciable y más ante sucesos como los que ahora vivimos.