El plan de
regresar a las fuerzas federales a sus cuarteles para dejar la seguridad en manos de un sistema civil, y parar el desenfreno de la militarización del
país expuesto en su campaña por el presidente electo, Andrés Manuel López
Obrador no será posible. Aunque el próximo mandatario, regresará en sus funciones originales a la Secretaría de
Seguridad Pública, también se ha dado
cuenta del descuido total que el gobierno tenía a la policía, al grado de que tenían que
hospedarse en hoteles, al no contar ni siquiera con lo elemental para
desarrollar su actividad o un lugar específico de guardia. Era claro que el
plan neoliberalista había extinguido a la policía antes que a la delincuencia,
y que López Obrador ha encontrado un País en una situación más grave de la que
esperaba, por lo que ha preferido dar un paso atrás a su plan propuesto de no
militarización, que dejar a la población y a las corporaciones policiacas como carne de cañón. Sin duda alguna se le dirá al nuevo mandatario que no es lo mismo ser cantinero que borracho; pero
no será un error declinar en aquello que pueda traerle un costo mayor al país,
lo incorrecto será no castigar el abuso y el descuido de aquellos que han
dejado un país, -que la nueva administración que está por tomar cargo-, han
llamado “un cementerio”.