El presidente Peña Nieto termina su sexenio, tal y como lo
empezó y tal y como fue su candidatura para arrebatar el mandato
constitucional; que es siendo un manequí de televisión. Quizá lo único que
superó en estos seis años, es ya no utilizar tanto el teleprónter, y solamente
limitarse a leer los discursos que justamente describen lo que no pasa en el
país. Peña solapó a su gabinete corrupto, fue un títere de los empresarios, un
muñeco de teatro Guiñol de las televisoras, la burla mímica a nivel
internacional y hoy, el payaso de las cachetadas hasta del propio presidente
electo. La lectura de su Informe de Gobierno en las carpas políticas que ha montado, en
vez de hacerlo en el Congreso, como ninguna ley se lo prohíbe; es la telenovela
imperfecta de la presidencia maquillada que ha sido su sexenio.