Junto con el discurso pronunciado ante el expresidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, y el pronunciado esta mañana en el aniversario del natalicio del libertador Simón Bolivar; el presidente de México Andrés Manuel López Obrador ha lanzado un mensaje a América y al mundo, que ningún presidente de México había realizado por lo menos desde hace setenta años, en donde dejó en claro su concepto político internacional. Basado en la historia del nuevo continente, el mandatario
que más votos ha logrado obtener en una elección de su país y en América latina, señala que La
lucha por la integridad de los pueblos de nuestra América sigue siendo un bello
ideal. No ha sido fácil volver realidad ese hermoso propósito, sus obstáculos
principales han sido el movimiento conservador de las naciones de América, las
rupturas en las filas del movimiento liberal y el predominio de Estados Unidos
en el continente. No olvidemos que casi al mismo tiempo que nuestros países se
fueron independizando de España y de otras naciones europeas, fue emergiendo en
este continente la nueva metrópoli de dominación hegemónica. Sin empacho ni
intimidación a la potencia mundial que México tiene como vecina, López apunta
que Estados Unidos maniobró, en diferentes tiempos, conforme a un juego
unilateral, cautela extrema al principio para no irritar a España, Gran
Bretaña, la Santa Alianza, sin obstaculizar la descolonización que por momentos
se veía dudosa pero que culminó con la acción gringa hacia 1822, en donde Washington inició el reconocimiento rápido de
las independencias logradas a fin de cerrar el paso al intervencionismo
extracontinental; y, en 1823, al fin, una política definida. En octubre,
Jefferson, progenitor de la Declaración de Independencia y convertido, para
entonces, en una especie de oráculo, dio respuesta por carta a una consulta que
sobre la materia le hiciera el presidente Monroe. En un párrafo significativo,
Jefferson dice: ‘Nuestra primera y fundamental máxima debería ser la de jamás
mezclarnos en los embrollos de Europa. La segunda, nunca permitir que Europa se
inmiscuya en los asuntos de este lado del Atlántico’. Y dos meses después Monroe
pronunció el famoso discurso en el que quedó delineada la doctrina que lleva su
nombre. La consigna de ‘América para los americanos’ terminó de desintegrar a
los pueblos de nuestro continente y destruir lo edificado por Simón Bolivar. Después
A lo largo de casi todo el siglo XIX se padeció de constantes ocupaciones,
desembarcos, anexiones, y a nosotros nos costó la pérdida de la mitad de
nuestro territorio con el ‘gran zarpazo’ de 1848. Esta expansión territorial y
bélica de Estados Unidos se consagra cuando cae Cuba, el último bastión de
España en América, en 1898 con el sospechoso hundimiento del acorazado Maine en
La Habana que da lugar a la Enmienda Platt y a la ocupación de Guantánamo, es
decir, para entonces, Estados Unidos había terminado de definir su espacio
físico vital en toda América. Tales citas históricas, fueron referidas como preámbulo
del pronunciamiento del mandatrio mexicano,
en donde expresó que la lucha cubana en defensa de su soberanía merece el premio de la dignidad.“Y
esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia, por su ejemplo de
resistencia. Y pienso que, por esa misma razón, debiera ser declarada Patrimonio
de la Humanidad”. El Presidente de México también sostuvo: “Ya es momento de una nueva convivencia entre
todos los países de América, porque el modelo impuesto hace más de dos siglos
está agotado, no tiene futuro ni salida, ya no beneficia a nadie, hay que hacer
a un lado la disyuntiva de integrarnos a Estados Unidos o de oponernos en forma
defensiva; es tiempo de expresar y de explorar otra opción: la de dialogar con
los gobernantes estadounidenses y convencerlos y persuadirlos de que una nueva
relación entre los países de América es posible. Considero que en la actualidad
hay condiciones inmejorables para alcanzar este propósito de respetarnos y
caminar juntos sin que nadie se quede atrás”. Respecto a la postura del
gobierno mexicano ante América dijo: “En
este afán puede que ayude nuestra experiencia de integración económica con
respeto a nuestra soberanía que hemos puesto en práctica en la concepción y en
la aplicación del tratado económico y comercial con Estados Unidos y Canadá.Obviamente,
no es poca cosa tener de vecino a una nación como Estados Unidos, nuestra
cercanía nos obliga a buscar acuerdos y sería un grave error ponernos con
Sansón a las patadas, pero al mismo tiempo tenemos poderosas razones para hacer
valer nuestra soberanía, y demostrar con argumentos, sin balandronadas, que no
somos un protectorado, una colonia o su patio trasero.Además, con el paso del
tiempo, poco a poco, se ha ido aceptando una circunstancia favorable a nuestro
país. El crecimiento desmesurado de China ha fortalecido en Estados Unidos la
opinión que debemos de ser vistos como aliados y no como vecinos distantes. El
proceso de integración se ha venido dando desde 1994, cuando se firmó el primer
tratado que, aún incompleto, porque no abordó la cuestión laboral como el de
ahora, permitió que se fueran instalando plantas de autopartes del sector
automotriz y de otras ramas, y se han creado cadenas productivas que nos hacen
indispensables mutuamente; puede decirse que hasta la industria militar de
Estados Unidos depende de autopartes que se fabrican en México, esto no lo digo
con orgullo, sino para subrayar la independencia existente.Pero hablando de
este asunto, como se lo comenté al presidente Biden, nosotros preferimos una
integración económica con dimensión soberana con Estados Unidos y Canadá a fin
de recuperar lo perdido con respecto a la producción y el comercio con China,
que seguirnos debilitando como región y tener en el Pacífico un escenario plagado
de tensiones bélicas.Para decirlo en otras palabras, nos conviene que Estados
Unidos sea fuerte en lo económico y no sólo en lo militar. Lograr este
equilibrio y no la hegemonía de ningún país es lo más responsable y lo más
conveniente para mantener la paz en bien de las generaciones futuras y de la
humanidad.Antes que nada, debemos ser realistas y aceptar, como lo planteé en
el discurso que pronuncié en la Casa Blanca en julio del año pasado, que
mientras China domina 12.2 por ciento del mercado de exportación y servicios a
nivel mundial, Estados Unidos sólo lo hace en 9.5 por ciento, y este desnivel
viene de hace apenas 30 años, pues en 1990 la participación de China era de 1.3
por ciento y la de Estados Unidos de 12.4 por ciento.Imaginemos si esta
tendencia de las últimas tres décadas se mantuviera y no hay nada que legal o
legítimamente pueda impedirlo. En otros 30 años, para el 2051, China tendría el
dominio del 64.8 por ciento del mercado mundial, y Estados Unidos entre el
cuatro y 10 por ciento, lo cual, insisto, además de una desproporción
inaceptable en el terreno económico, mantendría viva la tentación de apostar a
resolver esta disparidad con el uso de la fuerza, lo que nos pondría en peligro
a todos.Podría suponerse de manera simplista que corresponde a cada nación
asumir su responsabilidad, pero tratándose de un asunto tan delicado y
entrañable, con respeto al derecho ajeno y a la independencia de cada país,
pensamos que lo mejor sería fortalecernos económica y comercialmente en América
del Norte y en todo el continente. Además, no veo otra salida, no podemos
cerrar nuestras economías ni apostar a la aplicación de aranceles a países
exportadores del mundo y mucho menos debemos declarar la guerra comercial a
nadie.Pienso que lo mejor es ser eficientes, creativos, fortalecer nuestro
mercado regional y competir con cualquier país o con cualquier región del
mundo.Desde luego, esto pasa por planear conjuntamente nuestro desarrollo. Nada
de dejar hacer o dejar pasar. Deben definirse de manera conjunta objetivos muy
precisos. Por ejemplo, dejar de rechazar a los migrantes, jóvenes en su
mayoría, cuando para crecer se necesita de fuerza de trabajo, que en realidad
no se tiene con suficiencia ni en Estados Unidos ni en Canadá. ¿Por qué no
estudiar la demanda de mano de obra y abrir ordenadamente el flujo migratorio? Y
en el marco de este nuevo plan de desarrollo conjunto deben considerarse la
política de inversión, lo laboral, la protección al medio ambiente y otros
temas de mutuo interés para nuestras naciones.Es obvio que esto debe implicar
cooperación para el desarrollo y bienestar de todos los pueblos de América
Latina y el Caribe.Es ya inaceptable la política de los últimos dos siglos,
caracterizada por invasiones para poner o quitar gobernantes al antojo de la
superpotencia.Digamos adiós a las imposiciones, las injerencias, las sanciones,
las exclusiones y los bloqueos; apliquemos, en cambio, lo principios de no
intervención, autodeterminación de los pueblos y solución pacífica de las
controversias. Iniciemos en nuestro continente una relación bajo la premisa de
George Washington, según la cual las naciones no deben aprovecharse del
infortunio de otros pueblos.Estoy consciente que se trata de un asunto complejo
que requiere de una nueva visión política y económica. La propuesta es ni más
ni menos que construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a
nuestra historia, a nuestra realidad y a nuestras identidades.En ese espíritu,
no debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente
autónomo, no lacayo de nadie, sino mediador, a petición y aceptación de las
partes en conflicto, en asuntos de derechos humanos y de democracia. Es una
gran tarea para buenos diplomáticos y políticos como los que afortunadamente
existen en todos los países de nuestro continente”. Y concluyó sentenciando:“Lo aquí planteado
puede parecer una utopía; sin embargo, debe considerarse que, sin el horizonte
de los ideales, no se llega a ningún lado y que, en consecuencia, vale la pena
intentarlo. Mantengamos vivo el sueño de Bolívar”. Más en www.somoselespectador.blogspot.com