Estados Unidos parece haber regresado a noviembre de 2016.
Las elecciones legislativas de este martes se han convertido en una suerte de
presidenciales en las que Donald Trump vuelve a ser el candidato omnipresente y
volcánico que agita la identidad y la inmigración. Si los republicanos pierden
el control del Senado o la Cámara de Representantes, su agenda política quedará
lastrada lo que queda de mandato. Al otro lado, una carrera de candidatos
demócratas de perfiles dispares, marcada por una inédita ola de mujeres, busca
el contragolpe al trumpismo. Fracasar ante uno de los presidentes más
impopulares y divisivos de la historia supondría una debacle. Este 6-N también
es su plebiscito. Mientras tanto caravanas centroamericanas se dirigen a los Estados
Unidos con un llamado mediático desde
sus tierras y con la tolerancia del gobierno mexicano para cruzar sus
fronteras, como si se tratará de un apoyo para Trump, utilizando la
manipulación masiva, para que los votantes estadounidenses al apreciar la
envestida de ilegales, le concedan la
razón al presidente de los Estados Unidos y a su partido, sobre sus posturas
migratorias.