La idea fue perversa pero mal elaborada, al reunirse grupos de ultraderecha y aquellos que se ven perjudicados en sus privilegios y abusos para el bien social del país; quienes formaron una marcha de un número ridículos de integrantes en contra del Presidente electo Andrés Manuel López Obrador. Los acarreados de empresarios y asociaciones que buscan un botín político y económico disfrazados en causas sociales, no protestaban por la impunidad del gobierno peñista, ni por la violación a nuestra ley migratoria o el saqueo del gobierno de la Ciudad de México, sino su protesta era por la consulta popular realizada por Andrés Manuel López Obrador sobre los proyectos aeroportuarios al ser calificada de ilegal y violatoria a la Constitución, cuando la misma en todo caso es alegal, no ilegal; y que ha sido promovida por una acción -todavía ciudadana- al no haber tomado ningún cargo público ni protesta presidencial quien la realizó y que es diferente a la que se enmarca en la Constitución. Algunas caras desesperadas por los cambios que vive México, tuvieron que asomarse y mostrar su actitud descarada. Las marchas nocivas y de intereses ocultos y que no son manifestaciones ni espontaneas ni con causa social sino para la manipulación en aras de que sus organizadores recuperen privilegios; resultan una función circense ante el 53 por ciento de las votaciones a favor de López Obrador y al aumento de su aceptación, que en estos meses ha llegado a la proporción que de diez ciudadanos, ocho son los que lo apoyan. Sin embargo la polarización del país, si resulta una situación seria por aquellos que criticaban las marchas y ahora las realizan, por aquellos que temían que México estuviera en peligro y ahora lo arriesgan.
