Entre las herencias presidenciales, podemos sobresalir, la prepotencia presidencial que nos heredó Diaz Ordaz, los planes subterráneos de Echeverria, la cultura de la corrupción y el saqueo de López Portillo, la vendimia del patrimonio nacional de Salinas, la guerra sucia electoral de Vicente Fox y la cultura del crimen de Felipe Calderón; y de todos estos legados, fue Enrique Peña Nieto quien dispuso de todos ellos e hizo de su sexenio, una auténtica licuadora en función de esta mezcla neoliberalista saqueadora.