La sexta cumbre de la
CELAC (comunidad de estados Latinoamericanos y caribeños) que se realizó en el
Palacio Nacional de México, resultó la más interesante de todas las que se han
desarrollado y una de las reuniones más importante de las últimas décadas a
nivel Latinoamérica. Diecisiete de los jefes de Estado o de Gobierno de mayor peso en
la zona sin representantes y de manera personalísima, acudieron a la junta
encabezada por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. También se
contó con la asistencia de dos vicepresidentes y delegaciones de todos los
países adscritos. El Presidente de México abrió diálogo en la mesa y por
primera vez desde hace mucho tiempo, se abrieron las cartas sin doble discurso,
lo que provocó encuentros y desencuentros pero de manera frontal y no el
discurso hipócrita y poco productivo. A
pesar de que los problemas de fondo se hubieran podido desviar con el punto
principal a tratar que fue la pandemia y sus consecuencias, no se escondió la
importancia de la necesidad de poner fin al bloqueo a Cuba y la situación de
las islas Malvinas, que en este tipo de reuniones solamente las resaltan los
países afectados y no el anfitrión de la
reunión internacional, como ahora sí fue el caso. También se abordó adoptar una postura común frente al FMI y se
puso sobre la mesa transformar la Organización de Estados Americanos (OEA).El
encuentro resultó en una declaración conjunta de 44 puntos y declaraciones
especiales de los 31 países con voz presente. Antes de finalizar la reunión, se
aprobó por unanimidad un acuerdo relacionado a las vacunas contra el
coronavirus en donde ha sido extremadamente difícil conseguir las vacunas, y en
donde ha sido injusto, abusivo, que
tantos países no tengan vacunas, tal y como lo expuso el gobierno de México. El
presidente Andrés Manuel López Obrador en uso de la palabra dijo: “Me da gusto
encabezar esta reunión de la Celac.Celebro la presencia de Charles Michel,
presidente de la Comisión Europea; de Alicia Bárcena, de la Cepal; y de
presidentes, ministras, ministros, representantes diplomáticos de América
Latina, el Caribe. Amigas, amigos todos:La Celac en estos tiempos puede
convertirse en el principal instrumento para consolidar las relaciones entre
nuestros países de América Latina y el Caribe, y alcanzar el ideal de una
integración económica con Estados Unidos y Canadá en un marco de respeto a
nuestras soberanías, es decir, construir en el continente americano algo
parecido a lo que fue la comunidad económica que dio origen a la actual Unión
Europea.Es nuestro sentir que este ideal puede convertirse en realidad si
pensamos y acordamos sobre tres cuestiones básicas:La no intervención y la
autodeterminación de los pueblos, la cooperación para el desarrollo y la ayuda
mutua para combatir la desigualdad y la discriminación.En el terreno político
podemos comprometernos a respetar las decisiones internas de los pueblos y que
ningún gobierno se arrogue la facultad de someter a otro país bajo ningún
motivo, causa o pretexto, o mediante la utilización del dinero, la propaganda,
las sanciones económicas y diplomáticas, o el uso de la fuerza.Que las
controversias sobre democracia y derechos humanos se diriman a petición de las
partes en instancias verdaderamente neutrales, creadas por los países de
América, y que la última palabra la tengan las agencias especializadas de la
Organización de las Naciones Unidas.Dos. En cuanto a lo económico y comercial,
propongo que junto con Estados Unidos y Canadá construyamos un acuerdo y
firmemos un tratado para fortalecer el mercado interno en nuestro continente,
que en la actualidad es deficitario en relación con Europa y sobre todo, con
respecto a Asia.Tengamos presente que en América contamos con apenas el 24 por
ciento de la población de Asia; sin embargo, consumimos el 20 por ciento más que
en aquel continente, es decir, el consumo per cápita de América es de 23 mil
347 dólares anuales, mientras en Asia es de cuatro mil 716 dólares, aunque esta
proporción se ha venido reduciendo ante el estancamiento productivo en América
y el impulso fabril y comercial de los países de Asia.La propuesta es sencilla.
Se trata de reactivar pronto la economía en nuestro continente para producir en
América lo que consumimos.Las ventajas son muchas. Entre otras, contamos con
fuerza de trabajo joven y creativa; hay buen desarrollo tecnológico; somos un
continente rico en recursos naturales, con una amplia diversidad cultural; las
distancias entre nuestros países nos permiten ahorrar en fletes y, reitero,
existe suficiente demanda de mercancías en nuestros mercados.Sólo se requiere
hacer una planeación conjunta con la participación de organismos como la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la Cepal; el Banco
Interamericano de Desarrollo, el BID; y otros, y pedir a estas instituciones la
elaboración de un plan con el objetivo superior de promover la comunidad
económica, financiera y comercial de los países de América.Tres. Por último,
esta integración productiva con dimensión social debe contar con el componente
de inversión para el bienestar de todos los pueblos de América bajo el criterio
de que el progreso sin justicia es retroceso. Se trata de ir hacia la
modernidad, pero forjada desde abajo y para todos.Recordemos que el 13 de marzo
de 1961´, el presidente John F. Kennedy dio a conocer en la Casa Blanca, ante
embajadores de América Latina y el Caribe, el plan conocido como Alianza para
el Progreso 1961-1969. Eran los tiempos de la Guerra Fría y se excluyó a Cuba y
a la República Dominicana, pero aun con esa falla, el presidente Kennedy reconoció
en su discurso que en América Latina, cito textualmente, ‘millones de hombres y
mujeres sufren a diario la degradación del hambre y la pobreza, son millones
los desprovistos de albergue adecuado y de protección contra la enfermedad, y
sus hijos carecen de la instrucción o el empleo que les permita mejorar su vida
y cada día el problema reviste mayor urgencia.En ese entonces Estados Unidos
invirtió, en 10 años, 10 mil millones de dólares, que a los precios de hoy
serían 82 mil millones de dólares en beneficio de los pueblos de América Latina
y el Caribe. Esa cantidad fue menor a lo destinado a Europa en el Plan
Marshall, 13 mil 300 millones de dólares desde 1948 a 1951, que a los precios
de hoy serían 140 mil 600 millones de dólares.Sin embargo, lo destinado en ese
entonces a América Latina y al Caribe ha sido lo único importante que se ha
hecho en materia de cooperación para el desarrollo en nuestro continente en más
de medio siglo.Pienso, pues, que es el momento de terminar con el letargo y plantear
una nueva y vigorosa relación entre los pueblos de América, me parece que es
tiempo de sustituir la política de bloqueos y de malos tratos por la opción de
respetarnos, caminar juntos y asociarnos por el bien de América sin vulnerar
nuestras soberanías.¿Acaso no tendría el presidente Biden el apoyo del Congreso
de Estados Unidos para destinar recursos en beneficio de los pueblos de nuestra
América y reducir la desigualdad y la violencia en la región, causas
principales de desasosiegos sociales y de flujos migratorios?Imaginemos, por
ejemplo, el gesto de buena voluntad que significaría otorgar vacunas a la
mayoría de los países de América Latina y el Caribe que no han podido proteger
a sus pueblos frente al COVID por falta de recursos económicos. Estoy seguro
que el presidente Joe Biden y la vicepresidenta Kamala Harris, así como el
primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, estarán atentos a las propuestas de
consenso que logremos establecer en este foro para actuar en bien de nuestros
respetables pueblos”, concluyó. Más en www.somoselespectador.blogspot.com