La enfermedad de México que se ha originado por los gobiernos vendepatrias y su pueblo apático, no ha sido un accidente sino una situación planeada por el imperialismo, que ante nuestra nación ha comprado conciencias, situación más efectiva que sus invasiones armadas que marca la historia. La corrupción de gobernantes con mayor magnitud en los fines de los setentas y en los años ochentas, dejaron a México en banca rota en donde la diálisis fue el neoliberalismo, con lo que llegó la privatización y en donde los particulares inyectaron a la economía nacional para beneficio de sus intereses comerciales y políticos, capaces de usar las urnas a sus conveniencias y fines mercantilistas, colocando la banda presidencial a títeres de su sistema, así como a clérigos, empresarios y adueñados de la comunicación y la industria periodística de nuestro país. Así como fue de radical la inyección de particulares con la limitación del Estado, que es el neoliberalismo y cuya funcionalidad fue inventada para la postguerra mundial; así de radical debe ser la recuperación social del Estado y la eliminación de la invasión empresarial abusiva, por parte de lo que se ha llamado la cuarta transformación de México, y cuya responsabilidad no es de un solo gobernante sin el pueblo. Ahora, la situación es más complicada que la llegada del neoliberalismo agresivo, ya que el país se encuentra con grupos de resistencia, pero lo peor, con un pueblo desunido, en donde la mitad de la manzana, se compone por una cuarta parte de ciudadanos mal intencionados y arraigados a la corrupción y otra cuarta parte de ignorantes y evasivos de la realidad histórica ante su sometimiento mental de los medios de condicionamiento y parámetros "frívolentos", como si el choque de ideologías políticas no merezcan un marco de respeto sino una sed de victoria cual partido de fútbol, al cual ha sido acostumbrado su procesamiento mental. Mientras por su parte, la otra mitad de la manzana, han sido los ciudadanos que con su preferencia y no resistencia al cambio, prendieron las alarmas imperialistas, para que un país no democrático, lo fuera de pronto, como acto de magia, aquel uno de julio a las ocho de la noche. México ahora tiene como líder del país al mejor político y a un personaje no corrupto como los que le antecedieron, sin embargo sus imperfecciones y errores irán saltando como consecuencia de una tarea desmesurada, que es recuperar a la nación mexicana de los abusos empresariales muy orquestados en todos los rubros y en todos los ámbitos, con la finalidad del saqueo nacional y la culturización de la corrupción a mayor escala. Como resultado de lo anterior, resulta inexplicable, que se critique a un gobierno que apenas cumplirá cuatro meses en acción, en donde hasta el momento, el presidente llegado por la legitimidad del voto, ha cumplido todo por lo que fue elegido. Así tenemos que en estos meses, ya tenemos en proceso la desmilitarización del país, la cancelación del proyecto corrompido del Aeropuerto de Texcoco, la reducción de gasto público innecesario y sueldos desproporcionales a funcionarios públicos, para presidencia y legisladores. El aborto del gasolinazo que Meade y Anaya veían como irremediable para el mes de Enero y que se pospuso debido a las elecciones por parte de Peña. También el aborto de la mal nombrada "Reforma Educativa" y acciones hasta de deslumbrón como la cancelación de la pensión presidencial y deshacerse el avión que tanto se mencionaba no podía ser traspasado. De igual forma, el comienzo de la construcción del tren maya y la rehabilitación a la refinería que intencionalmente había sido inoperante. Quien votó por ése proyecto para bien o para mal , ha tenido asegurado su dicho; y los que no, de manera berrinchuda quieren se adopte el proyecto neoliberalista que fue derrotado, y olvidan que ellos mismos decían; aquella frase que se las metió en sus entrañas el sistema mediático masivo de que: "en la democracia se gana y se pierde; hasta con un solo voto". México aun en esta etapa de reconstrucción del país, necesita una oposición; pero no una resistencia, por lo que la confrontación de ideas, deberá provocarse entre las propias izquierdas en busca del orden ante hechos inéditos y los descuidos de ropero en que se tenía al país -y que surgen como recuento de daños-,pero no puede haber oposición saludable, entre neoliberalistas y radicales, quienes al menos en este momento, piden lo que no hicieron y que no tienen cabida en la reconstrucción de México, al ser mal intencionados y en el mejor de los casos, nefastamente corruptos.