Porqué anteriormente los narcotraficantes protegían
a sus paisanos y ahora les cortan la cabeza. Quizá la respuesta la podemos
encontrar en el trabajo expuesto por Oscar
Becerra, quien es licenciado en
relaciones internacionales por el ITAM y tiene maestría en seguridad
internacional y estudios sobre terrorismo por la Universidad de St. Andrews en
Escocia. Actualmente se dedica a las investigaciones tipo due diligence e
inteligencia de negocios para el sector financiero, y quien dice que “La
palabra terrorismo es una palabra extraña, ajena y distante en el diccionario
colectivo de los mexicanos. Para los políticos es una palabra profana y en muy
escasas ocasiones se ha pronunciado en discursos y declaraciones oficiales. Es,
además, un concepto muy mal interpretado por nuestros legisladores, juristas,
políticos y académicos que siguen entendiendo el término como un concepto
ideológico y no como lo que realmente es: un método.El terrorismo busca
atemorizar y llamar la atención a la mayor audiencia posible. Entre más
espectacular el acto de terror, mejor. Un ejemplo es el terrorismo de corte
islamista, muy eficaz en su objetivo de infundir miedo como todos lo hemos
atestiguado en los últimos 15 años. También, el terrorismo es una herramienta
muy económica para los que han cometido estos actos de barbarie dado que, con
relativamente pocos recursos (una cámara en un smartphone y una conexión a
internet) se pueden lograr primeras planas y mucho prime time en los medios de
comunicación convencionales y redes sociales. En estos, el terrorismo encontró
un amplificador que contribuye a aumentar el miedo del público a niveles
irracionales cuando, en realidad, la probabilidad de ser víctima de un acto
terrorista es tan bajo como el de ser atacado por un tiburón. He aquí el meollo
del asunto: en países como Estados Unidos y varios países europeos, el
terrorismo encabeza las prioridades de seguridad nacional. En ellos se ha
ejercido presión para implementar legislaciones draconianas, algunas
extremadamente exageradas –otras francamente inútiles–, pero que ayudan a crear
la percepción de que algo se está haciendo por la seguridad de todos. El infame
plan del presidente norteamericano Donald Trump para construir un muro a lo
largo de la frontera entre su país y México es parte de ese producto que se
vende tan bien en el país vecino del norte: el miedo.El miedo es el peor
enemigo de las políticas públicas eficaces y de los funcionarios involucrados
en la toma de decisiones en la materia, mismas que afectan la vida cotidiana de
millones de personas. A partir de los ataques terroristas del 11 de septiembre
en los Estados Unidos, varias voces mayoritariamente militares y políticas,
pero también algunas académicas, especularon que células terroristas
provenientes del Medio Oriente podrían cruzar desapercibidas por la porosa
frontera de México y el vecino del norte para instalarse clandestinamente en
ese país para perpetrar actos terroristas contra la población. Los argumentos
se basaron en la corrupción de nuestras autoridades fronterizas, migratorias y
policiacas y nuestra deficiente infraestructura para detectar este tipo de
grupos. Dichas especulaciones abundan en la prensa norteamericana, sobre todo
en la conservadora y de corte republicano en los últimos 15 años. Va una
pequeña muestra:El periódico The Washington Times, de corte ultra conservador,
reportó el 18 de diciembre de 2002, citando a un funcionario del gobierno
americano (sin precisar quién), que terroristas en Sudamérica ya habían
establecido contacto con cárteles de la droga mexicanos.Tres años después, el
20 de mayo de 2005, se publicó que un sujeto de nombre Mahmoud Kourani se
declaró culpable ante una corte americana por proveer materiales a Hezbollah,
grupo con base en Líbano y considerado por el Departamento de Estado
norteamericano como terrorista. Kourani habría cruzado ilegalmente la frontera
entre México y los Estados Unidos en 2001 y había sido detenido allá.2 Un mes
después, funcionarios del gobierno estadounidense declararon ante el Subcomité
de Inmigración y Fronteras de la Casa de Representantes que de acuerdo con
Homeland Security, Al Qaeda consideraba el uso de la frontera mexicana para
infiltrarse en aquel país y que según ellos, cruzar ilegalmente la frontera era
más ventajoso que cruzar por los medios formales por razones de seguridad
operacional.El 26 de noviembre de 2007, otra vez, The Washington Times publicó
que de acuerdo con fuentes del FBI (de nuevo no especificadas), decenas de
terroristas habrían pagado a narcotraficantes mexicanos para ayudarlos a cruzar
la frontera sin ser detectados y que documentos del órgano de inteligencia
alertaban a varias agencias policiales que hasta 60 terroristas afganos e
iraquíes estaban intentando cruzar a los Estados Unidos a través de túneles
clandestinos.El 27 de marzo de 2009 se reportó que Hezbollah estaba estrechando
sus vínculos con cárteles de la droga mexicanos (sin especificar cuáles) para
llevar a cabo operaciones de contrabando como fuente de financiamiento para sus
operaciones terroristas. Sin embargo, afirmó que no había casos confirmados de
miembros de dicho grupo hubieran cruzado a través de la frontera con México
para realizar atentados en suelo estadounidense.5 En otra nota del mismo año,
Fox News 6, otro medio conservador, afirmó que de acuerdo con un reporte de
inteligencia, el grupo terrorista Hezbollah usaba rutas de trasiego de drogas
mexicanas para llegar a los Estados Unidos”.Un mes después, en abril, The
Washington Times volvió a afirmar que “Hezbollah estaba lucrando con la
indefensa frontera norteamericana con México” y que el grupo estaba usando la
frontera principalmente para obtener fondos para financiarse.6 Para junio,
también de 2009, el periódico publicó que oficiales de contraterrorismo
estadounidenses autenticaron un video de Al Qaeda que amenazaba con introducir
armas biológicas a Estados Unidos a través de túneles desde México y afirmó que
ésta era la evidencia de que el grupo terrorista estaba decidido a realizar otro
ataque masivo al interior de su país.Después, el 5 de agosto de 2010, se volvió
a afirmar que existía evidencia reciente sobre supuestas actividades de
Hezbollah al sur de su frontera, así como “numerosos reportes” que indicaban la
presencia de musulmanes haciéndose pasar por mexicanos cruzando la frontera de
México hacia los Estados Unidos. Desde entonces, declaraban que su “porosa
frontera sur es una pesadilla de seguridad nacional”.Finalmente, The Washington
Times publicó el 9 de febrero de 2012 que existían áreas sin ley a lo largo de
la frontera México-Estados Unidos y que un ex jefe de operaciones (no cita
nombres) de la DEA, testificó que Hezbollah estaba trabajando con los carteles
de las drogas mexicanos (sin nombrar ninguno en específico) para poder operar con
impunidad en Estados Unidos.Como resulta evidente en este recuento de notas de
dos medios ultra conservadores de Estados Unidos, se repite una y otra vez la
misma historia sustentada en generalidades, suposiciones y declaraciones ambiguas
de agentes y funcionarios de agencias federales que creen, sin aportar pruebas
contundentes, que grupos terroristas del Medio Oriente han intentado desde hace
más de una década ingresar a su país clandestinamente a través de su frontera
con México.A pesar de que la amenaza terrorista parece jugar siempre un papel
de “cuña comunicativa” para avanzar otro tipo de agendas en la relación
bilateral, estos escenarios –como bien saben los que se dedican al
contra-terrorismo–, no se pueden descartar o minimizar. Siempre será mejor
estar preparados por si suceden. Ésta ingrata tarea es como la de un portero de
futbol que detendrá los tiros a gol la mayoría de las veces, pero será
recordado negativamente por la afición por recibir una anotación. Y es aquí donde
a México le puede ocurrir lo que al portero que se le fue un gol. Esto sería
una oportunidad dorada para Donald Trump con el objetivo seguir pegándole a
México. Si la insistente prensa conservadora no ha quitado el dedo del renglón
en más de una década, incluyendo ocho años de una administración demócrata, no
queremos pensar qué va a hacer ahora, con un nuevo presidente al que no le
interesa leer los informes diarios de inteligencia que se han entregado a todos
sus antecesores desde hace 70 años.