lunes, 19 de julio de 2021

ENTRE AMIGOS

 

















 La definición de la Real Academia Española es clara; la amistad es el afecto personal, puro y desintersado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Todo el mundo parece tenerlo claro. Sin embargo, salvando lo "personal" son muchos los que, haciéndose eco del común dicho, "el perro es el mejor amigo del hombre", trasladan a la amistad al plano relacional entre animal y ser humano. Pero, ¿es realmente amistad lo que siente un perro por su dueño? ¿Sus sentimientos son puros y desinteresados, o más bien sabe que si se queda contigo no le faltará comida? El doctor Goergy Berns, neurocientífico de la Universidad Emory en Atlanta, es un experto en el proceso cerebral perruno que lleva años investigando la conducta de estos animales y que, tal y como recoge una entrevista realizada por el New York Times, después de haber perdido a su perro, decidió indagar su relación con él había sido de amor recíproco o si por el contrario, su mascota solo le había dado cariño y compañía a cambio de comida y paseos por el parque. Un día, Berns, viendo las noticias descubrió que en el ejército estadounidense los militares habían conseguido entrenar a los perros para que estos se subiesen a un helicóptero aun con la exposicón al ruido que esto supone. Entonces se dio cuenta: si el animal podía subirse a la nave, podría someterse a una resonancia magnética. Y así arrancó el proyecto con el que, además de otras cosas, ha descubierto la respuesta que muchos buscan y además, esperan: sí, tu perro te quiere más allá de la comida. Sí, tu querro te quiere tanto o más por tus muestras de afecto que por la comida que le das."El gran impedimento para realizar este tipo de pruebas fue encontrar alguna forma de llevar a los perros a una resonancia magnética y hacer que se queden quietos durante el tiempo suficiente para obtener imágenes útiles", indica el neurocientífico, que explica que para lograrlo colaboró con un entrenador de perros y construyó un simulador en su sótano. Una vez instalado, trabajó con el perro de su familia para que este se aclimatase al ruido y aprendiese a subir las escaleras que lo separaban de la máquina y una vez dentro, se reclinase en un reposacabezas y permaneciese inmóvil durante largos periodos de tiempo. Después, hicieron los mismo con 90 perros. Tras las pruebas con el simulador, el científico se puso en marcha para escanear los cerebros de estos 90 animales y sacar conclusiones como la anteriormente citada. "Hicimos un experimento en el que dimos perritos calientes unas veces y otras los alabábamos. Cuando comparamos sus reacciones y analizamos el funcionamiento de su cerebro, vimos que la mayoría de los perros respondía igual a los elogios que la comida", indica el expert. "Ahora, alrededor del 20% tuvo una respuesta más efusiva ante los elogios que ante la comida", añade para explicar que esto fue lo que les hizo concluir que la gran mayoría de los perros aman a sus dueños por sus gestos de afecto tanto o más que por la comida. Además, el estudio de estos animales también ha llevado a Berns a concluir que los perros, no solo identifican la cara de los humanos como un elemento importante de estos, sino que ya nacen con predisposición de centrarse en ellas, pues una parte de su cerebro se dedica al proceso de este tipo de información. (FTE:cONf) Más en www.somoselespectador.blogspot.com