A las tres horas de ocurrido el sismo del 7 de septiembre que es el más grande de la historia de México y únicamente igualado con el ocurrido en 1985, el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, insistía en señalar a los medios de comunicación de manera oficial y extraoficial que estábamos frente a un movimiento natural histórico pero descartaba daños graves y solamente víctimas humanas de manera indirecta cuando Chiapas, Tabasco y principalmente Oaxaca se encontraba destrozada con daños evidentemente graves, personas atrapadas en edificios y muertos. Si bien es cierto, resulta difícil determinar los daños de un sismo en instantes; también es cierto que los daños no eran menores para no ser notados por el gobierno federal antes de que el Titular del ejecutivo hiciera el ridículo y desinformara. Peña Nieto calificó al sismo de 8.4 grados cuando ya estaba determinado como de 8.2 -mismo que ya suma mil 67 réplicas-. Los Daños que ahora nos sorprenden y que fueron causa del segundo terremoto mexicano, resultan inadmisibles no haber sido registrados por el jefe de la Nación ni que nadie le haya echado un telefonazo para tenerlo al tanto. ¿Será acaso, qué su teléfono ha estado descompuesto todo su sexenio?