México es un país tan
dividido, que ni siquiera Donald Trump, el enemigo común, logra generar unidad.
Este domingo se dio la última pincelada del desacuerdo nacional, al darse dos
marchas para protestar por la beligerancia obscena del presidente de Estados
Unidos contra los mexicanos, cuyos organizadores no sólo fueron incapaces de
conciliar sus diferencias, sino que cruzaron descalificaciones recíprocas. Las
marchas, escribió ingeniosamente Salvador
Camarena en las páginas de EL FINANCIERO el viernes, son de quien las trabaja. Organizaciones
que durante años han trabajado más codo con codo que a codazos por la agenda de
una mejor seguridad pública, se lanzaron por su lado a convocar su marcha
frente a la amenaza externa, porque, como sucede con todas las cosas en México,
se politizó por razones domésticas que terminaron arrollando el objetivo común:
el sí o el no que en esa marcha se valiera una condena al gobierno del
presidente Enrique Peña Nieto.