sábado, 3 de diciembre de 2016

CUBA EN MEXICO

















     Cuba fortaleció a México en una  política exterior, que durante
 años hizo de México un país excepcional en América Latina
, le dio un toque nacionalista y de dignidad al gobierno
 mexicano en sus tratos con el exterior.
 Esa circunstancia se convirtió en motivo 
de legitimidad y elemento importante de la relación
 con Estados Unidos. Aunque no puede hablarse
 de un acuerdo explícito para disentir de ellos en
 cuestiones interamericanas y de Naciones Unidas,
 sí puede afirmarse que, durante años, el gobierno 
norteamericano entendió y respetó las posiciones
 de México en esos foros. Para sólo dar un ejemplo, 
poco después de que México se había negado 
a aceptar las decisiones relativas al rompimiento
 con Cuba, el presidente Kennedy visitó México
 en medio de uno de los ambientes más cordiales
 con que se había recibido a un mandatario extranjero.
     Así, con su política hacia la Revolución Cubana, 

México fortaleció un rasgo de sus relaciones con Estados
 Unidos que durante años fue conocido como el respeto 
a su "independencia relativa" en materia de política exterior. 
Esa independencia sirvió para equilibrar la dependencia 
cada vez más acentuada que se fue estableciendo 
con aquel país en terrenos pertenecientes a las cuestiones fronterizas, 
económicas o de migración. Fue una manera certera de preservar
 una distancia política de la gran potencia, objetivo que siempre 
ha sido valorado positivamente, de manera casi intuitiva, 
por amplios sectores de la población mexicana.
     Ahora bien, el aspecto más interesante de la relación con Cuba

 fue el buen diálogo establecido a nivel de gobiernos 
en asuntos relativos a la política interna de México. 
Aunque los movimientos de izquierda en México siempre t
uvieron cercanía con la isla, lo cierto es que ésta nunca desempeñó 
un papel importante en su fortalecimiento. Fidel Castro 
siempre estuvo dispuesto a dar su reconocimiento 
y apoyo a los gobiernos del pri, aun en momentos 
críticos, como el movimiento estudiantil de 1968 o 
las represiones de 1972, cuando se habría esperado un mayor 
compromiso del Comandante con los grupos que eran reprimidos en México.
     En contrapartida, el gobierno mexicano no recogió el desencanto

 de sus intelectuales con la falta de libertades
 políticas en Cuba. La amistad con Fidel Castro se mantuvo 
en buenos términos a niveles oficiales cuando buen 
número de sus admiradores iniciales en México
 ya expresaban su malestar ante 
el rumbo que estaba tomando la Revolución.
     En los ámbitos multilaterales, el gobierno mexicano fue solidario

 con el rechazo de los dirigentes cubanos a las presiones
 internacionales a favor de libertades democráticas o respeto
 a los derechos humanos. No podía ser de otra manera.
     Para algunos conocedores, la fuerte tradición de amistad 

con el régimen de Fidel Castro invitaba a México a buscar un
 papel de interlocutor que pudiese incidir, de alguna manera, 
la transición del régimen político que deberá ocurrir en Cuba 
a corto o mediano plazo; en todo caso, a la muerte de Fidel Castro.
 Muchos datos, como es la capacidad de incorporación
 de cuadros jóvenes en los actuales grupos dirigentes, o bien el empeño en proteger logros importantes de la Revolución en el ámbito de la educación y 
la salud, invitan a pensar que esa transición no ocurrirá 
a partir de un colapso del actual régimen, 
sino que será el resultado de negociaciones entre 
la oposición menos radical y los actuales
dirigentes; de allí la conveniencia de no oponerse
 frontalmente a estos últimos. Sin embargo, esos propósitos,
 que nunca se formularon claramente por parte de México, 
perdieron sus posibilidades a partir del cambio
 en la política hacia Cuba que acompañó la llegada 
de una nueva administración en México 
como resultado de las elecciones del 2000.
Las relaciones con Cuba tomaron nuevos
 rumbos a partir de la elección de Vicente Fox, 
que puso fin a setenta años del PRI en el poder.
 Desde sus comienzos, la nueva administración mexicana colocó 
en el centro de preocupaciones de la política
 exterior la defensa de los derechos humanos y la democracia.
 Semejante prioridad obligaba necesariamente a reexaminar 
la relación con el régimen castrista; ésa fue 
en realidad su principal razón de ser.
     El asunto del voto sobre Cuba en la Comisión de Derechos Humanos

 de la ONU se convirtió, desde los inicios del gobierno de Fox, 
en un tema altamente controvertido así como 
las imprudencias del foxismo que han venido 
curandose con el gobierno de Enrique Peña 
para bien del aparador internacional 
de nuestro país que fue secuestrado por el 
ignorante proceder foxista.