Si la finada Carmen Salinas hubiera tenido que buscarle esposo a una hija, no hubiera dudado en escoger al supuesto abogado Jesús Hernández Alcocer como yerno, ya que el hecho de tener una casa preciosa, lo hacía una persona increíble y todo un caballero, según se lo dijo la exdiputada priísta a la joven cantante Yrma Lydya quien terminaría su vida, casada con aquel fenomenal hombre pero también asesinada, presuntamente por el flamante abogado, quien solamente era un proveedor de asuntos para un despacho, y que mucho tiempo fingió ser licenciado en derecho, hasta obtener una cédula profesional en una escuela de poco prestigio y cuyo documento resulta de dudosa procedencia, según apuntes periodísticos. Hernández Alcocer era conocido por siempre portar una pistola de oro, amenazar a sus contrapartes en asuntos legales, ser cercano a García Luna, quien fue clave importante en el narcogobierno de Felipe Calderón. Sin embargo estos bandidos, que podían ser empresarios transas, saqueadores de recursos públicos, falsos hombres de negocios y supuestos brillantes profesionistas, con calidad humana, filántropos, y hasta presidentes honoríficos de equipos de fútbol, líderes sindicales o expertos en seguridad pública y juristas, no eran más que la peor escoria de la sociedad, que buscaban los errores y la confianza de los demás, para perjudicarles, estafarles y hasta enamorarles a base de promesas incumplidas y de objetos materiales. Aunque el presente inmediato de estos pillos en un principio son los reconocimientos, los aplausos de pie como grandes personajes, al final la verdad se impone y terminan en el mal recuerdo colectivo, en la tragedia o en la cárcel, lamentablemente, haciendo mucho daño en el camino, a muchas personas, a un país y a sus generaciones.