sábado, 3 de diciembre de 2016

PURO FIDEL













El vínculo entre Fidel Castro y México comenzó desde antes de que el cubano tomara el poder en la isla en 1959 y estuvo marcado por acercamientos y desencuentros. De estos últimos, los más profundos ocurrieron durante el sexenio de Vicente Fox (2000-2006), cuando las relaciones bilaterales quedaron congeladas y tiempo después empezaron a normalizarse.A principios de la década de 1950, Castro fue encarcelado por oponerse al régimen de Fulgencio Batista en Cuba. En 1955 fue amnistiado y decidió exiliarse en México, según el sitio oficial cubano EcuRed.En territorio mexicano, Castro conoció al médico argentino Ernesto Che Guevara y, junto con él, su hermano Raúl y otros aliados, empezó a organizar la guerrilla que buscaría hacer la revolución en Cuba. El grupo se preparó durante varios meses y en noviembre de 1956 partió de Veracruz hacia la isla. El sucesor de Fox, Felipe Calderón, también del PAN, dio pasos para que en su gobierno (2006-2012) se normalizaran las relaciones con Cuba. Los primeros ocurrieron en 2007, cuando México envió como embajador a Gabriel Jiménez Remus y recibió como representante cubano a Manuel Aguilera de la Paz.Más tarde, en marzo de 2010, la administración de Calderón logró que Raúl Castro viajara a México para participar en una cumbre regional. Para ese entonces, Fidel se había retirado oficialmente del poder, debido a su estado de salud, y había dejado el cargo a su hermano, cuya visita a territorio mexicano era la primera de un dirigente cubano en ocho años. Enrique Peña Nieto, el político que en 2012 logró que el PRI recuperara la presidencia mexicana, realizó una visita a Cuba en enero de 2014. Durante ese viaje, se reunió con Raúl Castro y también con Fidel. De dicho encuentro se difundieron fotografías y Peña Nieto dijo entonces que fue “reflejo de los lazos históricos de amistad entre cubanos y mexicanos”. Fidel Castro dice que siempre pensó en México como el “país ideal” para organizar en los años cincuenta la expedición revolucionaria que partiría a Cuba con el objetivo de derribar al dictador Fulgencio Batista.Ofrece varias razones: la cercanía geográfica y cultural, un gobierno estable emanado de la revolución “más radical que hasta entonces se viviera en la región”, un lugar de asilo de los perseguidos políticos de América Latina y una política exterior de solidaridad con las causas democráticas, cuya máxima expresión fue no reconocer al régimen de Francisco Franco tras el triunfo de éste en la Guerra Civil española.Pero una vez que llegó a México se dio cuenta de que entraba a “un mundo nuevo” y se vio en la necesidad de cambiar muchos de sus planes. Fidel reconoce que la intervención de Lázaro Cárdenas fue decisiva para la liberación: intercedió por ellos ante el presidente Adolfo Ruiz Cortines. El general “no sólo nos sacó de la cárcel, sino que nos cubrió con una aureola de una amistad prestigiosa, fuerte ”.Pero, recuerda Castro, la situación del grupo de revolucionarios era “complicada”. Antes de salir de Cuba había lanzado la promesa de que los integrantes del Movimiento 26 de Julio regresarían a la isla antes de que terminara el año de 1956. “Seremos libres o seremos mártires”, fue la consigna. Era julio y faltaban cinco meses para cumplir el compromiso.“Para esas fechas –recuerda– habíamos perdido una parte de las armas, muchas casas –varias de seguridad–, los campos de tiro a dónde ir, todo lo que teníamos; ya éramos conocidos (…)”. Además, “teníamos que completar el número de hombres, conseguir el barco, preparar el punto de partida y hacerlo todo bajo vigilancia de la policía.”En este punto Castro reconoce que cometió el error de comprometer el regreso del grupo de revolucionarios en una fecha fija, lo cual, dice, “no era necesario ni imprescindible”.Había otro factor que aumentaba la presión: necesitaban dinero. Tenían 5 mil dólares; requerían 40 mil.

En esas circunstancias hizo contacto con Fidel el expresidente cubano Carlos Prío Socarras, depuesto del poder en 1952 mediante el golpe de Estado realizado por Batista. Prío se había dado cuenta de que la situación de los exiliados cubanos en México era difícil. Quería cooperar.Fidel dice que se enfrentó a un dilema. Había fustigado la corrupción del gobierno de Prío y había lanzado la consigna: “Con dinero robado a la República no se puede hacer la Revolución, a las puertas de los malversadores tocaremos después de la Revolución”. ¿Cómo iba a aceptar la contribución de Prío?“Para mí era amargo, humillante, pero tenía que hacer un sacrificio personal y tragarme el orgullo, las consignas y todas las cosas, porque había que salvar la Revolución, hacer la Revolución. Así es que no lo dudé ni un segundo. Puesto en la disyuntiva, me decidí por la Revolución.”Fidel concertó la cita con Prío. Sería en un hotel de McAllen, Texas. Castro no tenía visa estadunidense y de pedirla se la hubieran negado debido a “las declaraciones del Che y su defensa encendida del marxismo-leninismo en la prisión de la Policía Federal”. Pero su amigo mexicano Alfonso Gutiérrez, quien era explorador petrolero, conocía la frontera y tenía allí amistades y contactos.Fidel viajó a la frontera. Cruzó a nado el río Bravo como si fuera un espalda mojada. Gutiérrez había arreglado con unas amistades que un caballo esperara a Castro del otro lado del río. “Entonces llegué, me monté en un caballo hasta un punto y luego seguí en un vehículo hasta el motel Royal Palm, en McAllen, donde Prío me esperaba. Conversamos largamente. Allí estuve unas horas, creo que hasta almorcé con él”.Fidel regresó a territorio mexicano el mismo día. Cruzó caminando por la garita. Tenía asegurado el dinero para hacer la Revolución.El actual  mandatario mexicano lamentó la muerte de Castro y lo describió como “un amigo de México”.