El toque distinguido e inalcanzable pero respetuoso que tienen las divas y una gran trayectoria artística parecen poco a poco diluirse por las inseguridades y comportamiento reciente de Lucía Méndez quien era maestra de Ninel Conde y ahora es su más puntual alumna en la determinación de la artista guanajuatense en optar por el escándalo en un hambre de fama innecesaria para quien tiene en la mesa tantos recursos artísticos y no mediáticos. Sus fotomontajes en donde trata de engañar haber convivido con famosos actores de Estados Unidos, sus peticiones de exceso de luz en su cara para oscurecer su inseguridad de ser una mujer ya no joven en cada entrevista, el abuso de fotoshock en sus sesiones fotográficas, sus escándalos al aceptar participar en una obra teatral en la ilegalidad como AMOR ETERNO pero imán de la prensa de chismes, su insistencia en confrontarse con Verónica Castro, sus pleitos con otras estrellas como lo fue con Yuri al llegar a interrumpirle una conferencia de prensa como auténtica luchadora de la Triple A, el interrumpir su propia actuación en una función al lado de Mauricio Herrera para hacerse notar como enérgica y reina intolerante ante la presencia de nuestro medio que captaba escenas de la obra con previa autorización y ella no lo sabía y su cambio de vocabulario de reina a mendiga hasta en sus anuncios comerciales, han descosido su banda de diva y han aballado su corona de reina.Tal parece que Lucía Méndez ha sido capaz de superar una mala cirugía en su nariz que perjudicaron su imagen como el rostro de la televisión pero no ha sido capaz de superar y reconocer el paso de la edad y el descenso generacional de los primeros lugares ante el apoyo que anteriormente tenía de manera incondicional de Televisa; en un México en donde la empresa televisora era la única opción en la pantalla casera. Lucía Méndez debe con urgencia alejarse del escándalo intencionado y recuperar su autoestima y que sea su presentación de este domingo en el Teatro Metropólitan un nuevo punto de partida para volver a ser la gran diva, al menos para aquellos espectadores que son cortos de memoria y podrán olvidar todo el desorden y confusión con que la artista ha determinado llevar los últimos años de su carrera y aprovechar que todavía conserva sus facultades como cantante y actriz que es lo que también nos encantaba de aquella Lucía, la estrella con la parte fundamental que era su educación que se distinguía y era el polo opuesto de la peladita.