viernes, 8 de junio de 2018

¿YA SABES POR QUIEN VAS A VOTAR?





















La indecisión del voto ocurre cuando los candidatos a determinado cargo  de elección alcanzan tal excelencia que es difícil definirse por uno de ellos, no cuando se debe elegir al menos malo. Es por ello, que las campañas electorales en México, no van dirigidas a aquellos que emitirán un voto duro, sino aquellos que  son manipulados  en su elección, y que son capaces de decidir no casarse en plena ceremonia nupcial, o considerar que deben esperar para procrear hijos en pleno trabajo de parto. La ignorancia del electorado, es evidente  desde que un ciudadano no quiere saber nada de su entorno político y considera que en nada le puede afectar no saber  ni informarse de política y que no hacer caso de los movimientos que realizan sus gobernantes o candidatos a ocupar cargos, equivale a la frívola decisión  de estar al pendiente o no, del capítulo de una serie de televisión. La conducta del elector mexicano es plenamente conocida por quienes ejecutan los juegos de poder, saben de su apatía, de su mentalidad fomentada para perder basada en el desinterés, de su despilfarro, oportunismo, impuntualidad  y corrupción. Por tal motivo cuando  al mexicano le toca ser elector, no distingue sus opciones, que en el fondo son iguales a él. La única motivación para que el mexicano vote es acabar con su problemas inmediatos como la crisis económica, la inseguridad o que le reparen la coladera destapada, sin tener una visión política de fondo,  relacionada con  la estructura del sistema educativo, el uso y comercialización de  los recursos naturales, los planes laborales y de seguridad social,  las deudas comerciales, exteriores e interiores, la política de Estado o la constitución de su régimen legal y de gobierno. Más allá de mirar el panorama de satisfacción económica y de seguridad personal, lo demás es un sobrante que  se considera innecesario entender.  Y ante tal situación, ahí aparecen los macabros políticos como Diego Fernández de Cevallos, Carlos Salinas de Gortari o su aprendiz Ricardo Anaya Cortés y una maquinaría tecnócrata empresarial,  con las agallas para realizar campañas mediáticas sin respeto alguno y dirigidas para ciudadanos con serias limitaciones en su funcionamiento intelectual pero una habilidad excepcional para el uso  de las redes sociales y el control de la televisión y los videojuegos. Ante lo anterior, las ideas se pueden sustituir por las ocurrencias y subir al escenario político a un  candidato con la comicidad voluntaria de El Bronco o involuntaria de Jose Antonio Meade o la esquizofrenia de Margarita Zavala quien ha abandonado aparentemente la contienda,  o del propio Anaya. También se puede descalificar al oponente con adjetivos que serán copiosos en las lenguas de quienes los escuchen,  y se podrá decir que el actual Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, es un cómplice de López Obrador para  victimizar a Ricardo Anaya,   y así,  de llegar a ser el ganador ilegitimo de las elecciones, sea visto como un medallista olímpico y deslindar de cualquier responsabilidad al propio  Peña, ante la sola mirada de aquel que renunció a ser elector, de aquel que lo fue pero manipulado, y de aquel otro que fue un elector puntual, pero cuyo sufragio no es objeto de consideración ante la edificación de un México que todos hemos construido.