ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.-No hay nada que el capital no
mueva, no se salvan ni las aplastantes políticas neoliberales, ni las
guerrillas de la ultraextrema, ni el
neopopulismo, ni las transformaciones tecnológicas ni los cambios políticos.
Por lo que la división que vive nuestro país no es entre jodidos y aparentosos
que siempre han ido de la mano; la verdadera división que vive México, es entre
corruptos antiprogresistas y planeadores progresistas de un nuevo modelo
económico; aunque los ignorantes lo concreten a una contienda entre el grupo “amlover”
y el grupo antiamlo. La revolución electorera planteada como primer escalón
para la renovación de la vida pública del país, ya está dada por parte del
lópezobradorismo, quien vino a politizar a la sociedad mexicana que solamente
lloraba frente a “Rosa salvaje” y disfutaba el cuento de hadas que se vivía en
la residencia oficial de Los Pinos con Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera,
que quisiera revivir la esposa de Calderón o Ricardo Anaya, para
fortalecer la anterior estructura de un gobierno elaborado
como un comité a la disposición del saqueo nacional. El fraude no ha
desaparecido ni en la ley, ni en los órganos electorales ni en la práctica del sufragio. Tampoco se goza de una fiesta
democrática por el simple hecho de acudir a una urna sin la capacidad de
nulificar los vicios del consentimiento y sin tener la herramienta de la
conciencia plena que nos brinda la educación y la oportunidad igualitaria, que
sí son dos verdaderos banquetes democráticos. Sin embargo con la llegada del
lópezobradorismo aparecen síntomas que
pueden ser señales de los primeros pasos de un largo camino que deberá recorrer
el pueblo y no sus gobernantes. Y la referencia
de tal situación, es la imposición de la mayoría que provoca la rabia
incontrolable de la calumniosa minoría antiprogresista y el triunfo implacable
de la izquierda y del movimiento neopresidencialista de López Obrador, y no por obtener
el 50+1 en las elecciones intermedias, sino por desaparecer a la oposición a falta de argumentos, al
grado de que se ha tenido que quitar la
careta en plena pandemia, y reconocer que PRI y PAN son lo mismo, y que el
partido azul clasista ha tenido que abrazar
a quienes observan como unos roñosos perredistas. Tendrán que ser los
políticos corruptos de la vieja guardia, quienes han envejecido pudriéndose de
deshonestidad, los que lucharán a toda costa por impedir la revolución pacífica
de la vida pública del país, mientras tanto no se vislumbre un cambio de autocomposición de Estado con su respectiva
revolución cultural e ideológica. Mientras tanto será el limitado voto, lo que
se vaya utilizado como estimulador mental, ante la imposibilidad de alcanzar la
condición orgánica que es la democracia, y un nuevo comportamiento sociopolítico, de
quienes solamente sienten que cumplen,
por el simple hecho de votar cada tres años en lo que llaman una reunión democrática, por
medio de la cual los ingenuos
acomplejados piensan van a elegir a sus nuevos empleados y otros a sus nuevos
salvadores, en donde el noble y el villano, el prohombre y el gusano bailan y
se dan la mano sin importarles la facha, y juntos los encuentra el sol a la
sombra de un farol, empapados en alcohol, magreando a una muchacha; como describe la letra de aquella canción que tanto politizó y concientizó a la juventud
sesentera en la voz de Serrat. El voto es el mejor remedio para que los
calcamentes y pasamemes, no asuman su obligación de pensar, asumir y
reaccionar, y prefieran esperar a tachar
una boleta para después arrastrar la
consecuencia de bajar la cuesta porque arriba en la calle se acabó la fiesta.
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