Aterrizó a Washington D.C, un presidente de México, en una
línea aérea comercial y no en un avión que consiguió un asesino para la
utilidad de un ladrón. Llegó el Presidente López Obrador al encuentro con
Donald Trump, sin la seguridad del Estado Mayor y sin pronunciar una sola
palabra en inglés en un continente en donde el idioma de las mayorías es el
Español. El Presidente estadounidense le brindó al mandatario mexicano, un almuerzo inusual para las formalidades
diplomáticas y le dió la bienvenida personalmente en vez de
recibirlo mediante su Jefe de protocolos. También le otorgó el paso y le abrió la puerta, cuando
Trump se ha caracterizado por dejar manos extendidas y descortesías para los
Jefes de Estado sin importar su sexo. Por su parte, el Presidente de
México también fue respetuoso con un
Presidente que tiene una cultura
política que es bélica e invasora, pero
en su cara también le señaló, que México no es una colonia, le habló sobre la importancia histórica de
los braceros y respecto a los agravios
del país norteamericano para México. De igual forma López Obrador en presencia
del líder de la nación estadounidense, reprochó la ley Monroe que sostiene que
América es para los americanos y aplaudió el pensamiento de George Washington,
basado en que las naciones poderosas no deben abusar de los pueblos. En el
jardín principal de La Casa Blanca, por primera vez un presidente mexicano no se comportó como un simple gerente de un
patio trasero, y declaró de cara a la
nación y a los miembros del gobierno estadounidense y mexicano, sus diferencias
ideológicas con el mandatario gringo y
las etapas en que México y Estados Unidos de Norteamérica han sido amigos entrañables pero también
vecinos distantes. Por su parte, Trump declaró la admiración por Andrés Manuel
López Obrador, por su lucha contra la corrupción y no mencionó en lo absoluto,
la terminación del muro fronterizo, que se inició en su construcción como una
idea de Bill Clinton desde 1994. Quizá
muchos hubieran preferido un encuentro de presidentes asesinos como lo hubieran
podido protagonizar, Bush con Calderón; o de magnocorruptos como Peña y Barack
Obama, o con intervencionistas de la política exterior como Clinton y Fox;
y que también se presentara
nuevamente, la acción rutinaria de
sexenios anteriores, de regresar después de la visita a Estados Unidos, con
una deuda aprobada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario
internacional, y no, con el
reconocimiento al Presidente mexicano como un duro negociador en favor de su
patria; en donde ha logrado purificar,
dentro de lo mayor posible, a un TMEC como producto de pactos sangrientos para
nuestra economía, que derivan de la relación de México con el GATT y de la
aceptación del TLCAN, en donde también interviene Canadá. Sin duda el encuentro Trump-AMLO, se trató de
un compromiso comercial y político con apoyos electorales para quien impidió
otro fraude electoral en México y de
quienes son dos mandatarios sujetos a los ataques mediáticos por ser
antineoliberalistas. "Estoy honrado de que haya sido para nosotros su
primera visita que hace en su gobierno", concluyó Trump ante el Presidente
de México y para los oídos del mundo, que sensibilizaban la presencia del
Presidente más poderoso frente al Presidente más importante de la historia
política actual.