El gobernador de Michoacán
y de Nuevo León y el exjefe de la Ciudad de México, en las precampañas
para las elecciones presidenciales del 2018, decían que AMLO no era indestructible, y hasta ahora se han tenido que tragar sus
palabras con sopa fría. Por su parte, el Presidente del País está cumpliendo
sus promesas de campaña, pero decide
entre la rifa del avión presidencial y las cartas de restauración, enviadas
a la Corona Española y al Vaticano; darse tiempo para marcar la agenda pública
mediática y de diviertirse de sus
corruptos opositores. Primero retó a los antiprogresistas a que se tenía
que legislar sobre la revocación del mandato presidencial que
prometió como candidato, luego a que se pusiera en consideración su
revocación para el 2021 y no para la mitad de su sexenio, y la semana pasada
los retó a lo más fácil, que llenaran el
zócalo de la capital del país con al menos cien mil inconformes, para cumplir
el capricho de no someterse a la revocación del mandato y simplemente renunciar
como los temerosos quejosos ahora lo demandan de una manera inconstitucional,
cuando en el fraude calderonista y peñista decían que la democracia había que
respetarla y que se ganaba hasta con un solo voto; pero
resulta, que los ridículos resistentes al régimen
anterior, ni eso han logrado reunir. Y no pudieron forrar el zócalo, ni con sus
campamentos con carpas vacías como estorbo visual, ni convocando a
ultraextremistas, a pandilleros y a fanáticos religiosos entre otros. Mientras
tanto y por otra parte, la prensa más
conservadora, le brinda a López entre un 55.6 y un 64.6 por ciento de aprobación como Presidente, que
se confrontan ante cifras más creíbles que le otorgan números del 79.4 por ciento de aprobación. Andrés
Manuel, quien es el presidente con mayor número de votos a su favor en la
historia electoral y contemporánea de México, con mayor número de votos que
Vicente Fox en el 2000 y que José López Portillo en 1976 cuando fue el único candidato presidencial en
lo que resultó una suspensión electoral en favor del PRIgobierno; también a
nivel internacional, es de los jefes de
Estado mejor calificados, por arriba de la fama de Ángela Merker y del gobierno
de los mandatarios de Rusia, de Estados Unidos y de Jair Bolsonaro de Brasil, y
únicamente superado en primer lugar por Narendra Modo de la India y Scott
Morrison de Australia, según los datos recabados del uno de enero al
veinticuatro de septiembre del año en curso, por la vigilancia internacional de
la casa Morning Consulta, y que fue
publicado en México por El Economista. Y es que, ni la cónyuge de Felipe
Calderón de no haber desistido de su candidatura presidencial, junto con los
votos del resto de los candidatos, hubieran podido superar los 30 millones, 110
mil, 237 votos en favor de López Obrador. Resulta cierto, que los
antiprogresistas no podrían reunir en la Plaza de la Constitucion, a todos y
cada uno de los que no votaron por López o de quienes están en contra de él, (y
que se dice son más de 10 millones,
incluyendo los 4 millones de votantes
que se dividieron en su elección por Meade y por Anaya; en un país
con más de 126 millones de mexicanos), pero el hecho de que no puedan
llenar el zócalo ni con el número de personas
que acudían en las asambleas informativas menos llamativas del
Lópezobradorismo, y en donde no han
querido acudir ni los acarreados ni las bases priprdpanistas,
resulta una situación clara, no solamente de la popularidad amlista sino del momento político de gala
democrática y de cambio que vive el país, y que exhibe la desnutrida
concurrencia de lo que era la cita más importante del antilópezobradorismo,
pero que también exhibe, una situación
clara y contraria a la que los golpistas verbales a diario, recitan en los medios masivos de la vocería
empresarial, y que no se atreven ni a
televisar tan despobladas protestas que será la peor de las lamentaciones y de
los sufrimientos para quienes desean
despojar de la silla presidencial al mandatario más popular, más apoyado
y más aceptado por el pueblo de Mexico y reconocido por la norteamérica
derechista y la sudamérica más izquierdista, lo mismo por Venezuela, Rusia,
China o Cuba que por Canadá, Estados Unidos, Alemania, y el resto del mundo.