sábado, 4 de marzo de 2017

LAS POMPAS DE UN PAIS








Para nadie es secreto que el crecimiento económico que hasta ahora ha mostrado la economía mexicana es bajo. Esta desaceleración resulta más evidente si se comparan las expectativas actuales de cierre de año con las esperadas apenas en enero pasado. Actualmente el mercado calcula un crecimiento del PIB de alrededor de 2.5 y 3.2 por ciento para 2015 y 2016 respectivamente, en tanto que a principios de este año dichas expectativas eran de 3.2 y 3.7 puntos. A pesar de que también se ha notado desaceleración en otras variables, ha sido la fuerte debilidad de la actividad industrial la que ha marcado la pérdida de dinamismo del PIB en los primeros meses del año. Sólo la minería ha retrocedido a tasa anual en todos los meses de 2015 que hasta ahora conocemos, en tanto que la manufactura ha mostrado algunos signos de agotamiento, no obstante el arrastre que el mercado esperaba ante la recuperación de la economía de Estados Unidos. 


En este contexto, no sólo los especialistas más optimistas se han visto obligados a moderar sus expectativas de crecimiento económico mexicano, si no las autoridades financieras también. Actualmente el Banco de México ubica su expectativa de crecimiento del PIB de 2015 en entre 2.0 y 3.0 por ciento, en tanto que la SCHP ubica esa misma estimación en entre 2.2 y 3.2 por ciento, ambas después de proyectar un dinamismo mayor hace apenas unos meses.



Corre el octavo mes del año y se acerca la fecha en la que el Inegi dará a conocer el PIB de México durante el segundo trimestre de 2015 (20 de agosto). La expectativa de este indicador anticipa un crecimiento anual de 2.36 por ciento según la encuesta de Banco de México de julio, sin embargo nuestros modelos indican que su dinamismo podría resultar incluso inferior a dicha cifra. 



Aún si se validara esta última expectativa de mercado, el crecimiento del PIB mexicano en el primer semestre de este año se ubicaría cercano a 2.4 por ciento, y pondría presión sobre el estimado anual que actualmente mantiene la SHCP, el mercado, y el Banco de México, en ese orden. En caso de que el crecimiento finalmente publicado sea inferior a 2.36 por ciento, por supuesto que este punto cobraría más fuerza. 



Con esto en mente y dado el complicado entorno que vislumbramos en términos petroleros (caída en la producción y precios de petróleo deprimidos), y de gasto público, principalmente para el segundo semestre de este año, no descartamos correcciones adicionales en las proyecciones de crecimiento económico de México para 2015, y en alguna medida para 2016. De este modo, creemos que sería factible que el sector privado converja con mucho más claridad hacia pronósticos cercanos a 2.3 por ciento en este año y a 3.0 por ciento en 2016 (nosotros continuamos esperando 2.3 y 2.5 por ciento para 2015 y 2016 respectivamente). 



El sector público también se pronunciará, en primera instancia Banco de México (en su informe de inflación del próximo miércoles), y posteriormente la SHCP, una vez dados a conocer los datos oficiales del PIB del segundo trimestre del año. En particular esperamos que el Banco Central acote su intervalo de pronóstico de crecimiento para 2015 de entre 2.0 y 3.0 por ciento a entre 2.0 y 2.8 puntos, en tanto que la Secretaría de Hacienda podría ubicar su expectativa en entre 2.0 y 3.0 por ciento, desde 2.2 y 3.2 por ciento hasta ahora mantiene. 



Cualquiera que sea el resultado del PIB que observaremos en los próximos días o el ajuste a las expectativas del mercado que esto podría conllevar, consideramos que el mensaje de fondo en términos de crecimiento económico es, sin duda, de desaceleración, la cual podría resultar más o menos pronunciada dependiendo de con qué expectativa se compare (cabría recordar que la expectativa de la SHCP para el crecimiento económico de este año que dio a conocer al principios de 2014 era cercana a 5.0 por ciento). 



Si bien es probable que el crecimiento que finalmente se observará en 2015 resulte superior al de 2014 (aunque marginalmente), dicho comportamiento será francamente insuficiente e incluso ligeramente inferior al crecimiento promedio de las últimas dos décadas (2.6 por ciento). Lo anterior no resta importancia a las reformas estructurales que nuestro país logró al principio de esta administración, y cuyo objetivo primordial es incrementar la productividad del país y su crecimiento potencial. Únicamente resulta un claro recordatorio de que cualquier cambio fundamental en las reglas del juego, del calibre del que cada una de las reforma busca realizar, no es un proceso de corto plazo, ni libre de problemas o dificultades, y que su verdadero impacto sobre el crecimiento económico se verá a lo largo de los años, y teniendo como requisito una correcta implementación.



Dicho lo anterior, no queda más que enfocar esfuerzos en mejorar todas nuestras áreas de oportunidad, fortalecer lo mejor posible nuestros fundamentos económicos, ser transparentes e invertir para el mañana. Un mejor crecimiento del PIB será un resultado colateral de todo lo anterior, y que muy probablemente veremos hacia el último año de la presente administración.