El 4 a 0 abajo contra el PSG parecía irremontable. El clima era pésimo pocas horas después de la derrota de visitante del Barcelona en Paris. No era cualquier goleada la que había sufrido el equipo de Luis Enrique. El partido lo había expuesto sin reacción, atónito ante la efectividad del rival, con un Di María intratable, con la contrapartida de un Messi ausente. La prensa española, casi sin excepción, empezó a boquear: “Ciclo concluido”; “Vergüenza”, se acumularon los epítetos. Luis Enrique anunció que no renovaría y los comentaristas analizaban la falta de renovación de Messi. Pasados unos días, entre partidos de liga y la Copa del Rey, el Barcelona fue increscendo su nivel de juego, Messi lució tremendo en algunos partidos, siguió haciendo goles porque los hace hasta cuando no juega y la prensa y los aficionados pasaron del apedreo público y pedido de cabezas a cierta timidez acerca de la posibilidad de una recuperación. Hasta que llegó la revancha y los galácticos del Barcelona, con el liderazgo, esta vez, de Neymar (porque cuando no es Messi es el brasileño y cuando no es ninguno de los dos es el uruguayo Luis Suárez y sino Iniesta...) pusieron el Camp Nou a sus pies, como si un gigante hubiese levantado el césped del lado del local para gestar un plano inclinado con rumbo al arco de los franceses. Y llovieron los goles, con dos penales polémicos, uno discutible, el otro escandaloso, pero también llovió el taco de Iniesta, las maravillas de Neymar, el embate constante, el PSG metido atrás, aterrado, con algún errado imposible y fue 6 a 1 y todo explotó. En otra oportunidad, en cuartos de la temporada 1990-2000, consiguió dejar atrás un 1-3 ante Chelsea, de Inglaterra, con un contundente 5-1, mientras que la última vez fue por los octavos de la 2012-13, cuando tras haber caído ante Milán (2-0) dio vuelta la eliminatoria con una goleada como local (4-0).