ALGUIEN TIENE
QUE DECIRLO.-Es saludable para la vida pública del país que su población se encuentre latente al
diálogo, mismo que los más preparados
llevan a la discusión y los torpes hasta al pleito con la premisa manipuladora
de la dictadura “ de que es inconveniente hablar de política, porque equivale a hablar de
fútbol o de religión y terminar de pleito”, frase impuesta de manera recurrente, con tal de que se fomente una cultura de silencio y de vergüenza
a la expresión de ideas y así evitar la retroalimentación a base de limitar la
expresión libre o hacer de la intimidación una costumbre. Las charlas que se
entablaban “entre los que saben”, ahora rebasan a cualquier estatus social,
nivel económico o académico. Aunque
existan los quejidos acostumbrados de fusilar al gobernante en turno o mostrar el malestar por el alto costo de la
vida al no poderse lograr que los precios
se perpetúen, y cuyas quejas y nivel de
frustración se vienen arrastrando desde
más allá de los tiempos de las películas de Joaquín Pardavé, de la revolución, la independencia y desde más allá de los pochtecas al ser una
civilización predominantemente comerciante, también existe un intercambio de
sentimientos que se dice
en las calles, en las pláticas de café, en los trayectos
y que muchas veces no coincide con el punto de vista analizado y
manipulado que como fiel plan de control aparece en los medios de comunicación convencionales
y que otras veces parece papel calca en
las lecturas direccionistas. El cambio de
la vida pública que se adjudica a los
hechos recientes de la vida nacional de
México y el mundo , y que muchos se los adjudican al asesinato a Luis Donaldo Colosio,
al surgimiento del viejo PRD, a los terremotos y hasta a la matanza estudiantil del 68, pero en realidad se
traduce en la consolidación de la izquierda por medio del lópezobradorismo como acción opositora al presidencialismo absolutista
y dictatorial de los años sesentas, setentas y parte de los ochentas y
al neoliberalismo inyectado a México desde el sexenio de Miguel de la Madrid y
consolidado por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, y a la puntual
exhibición de la llegada de un gobierno foxista disfrazado de cambio y que de la mano del PAN no fue más que una
alternancia que hoy queda desenmascarada
con la consolidación del pripanismo, y
la constitución del bipartidismo como causa del lópezobradorismo. Y es que desde 1997 hasta la fecha, con aversiones,
coincidencias, coherencias, odios , fanatismos, corduras y arrebatos, la agenda política del país no se despega de
un nombre que es Andrés Manuel López Obrador, capaz de eclipsar por completo a
Cuauhtémoc Cárdenas y a los que estaban de presidentes en turno, y de crear un
movimiento neoadministrativo, que para concretarlo se hizo partido político y
que no se ha desvanecido aún siendo gobierno como ha ocurrido en todos los
casos de la vida moderna del país y que lo
más progresista que implanta como Presidente de la República, es la idea
de procurar la austeridad política, y adecuar
la actividad administrativa presidencial,
al artículo 89 constitucional, cuando el presidencialismo resultaba un cargo de
excesos, sumamente dictatorial como si fuera una herencia por envío de todos los Dioses. Y así la controversia en plena libertad, y hasta en libertinaje capaz de voltear roles
y consolidar otros, es que hacen del intercambio de pensamientos un campo minado pero refutable,
que como primera etapa de un proceso que
nos lleva a la plena conciencia política y al verdadero conocimiento de causa, resulta saludable por donde se le vea. Es mejor que las
charlas ciudadanas se mecen entre quienes gobiernan y quieren gobernar que en
discutir sobre la existencia o no, del “chupacabras”, con todo y que los intercambios de diálogo no estén sustentados en la racionalidad política, en la ciencia política,
en el pensamiento derivado de la
filosofía y la teoría política, en la noción de la estructura compositiva del Estado,
sino en compartir memes, en repetir argumentos de los ya decadentes líderes
de opinión, en rescatar frases trilladas y otras composiciones que sin capacidad de ser propias, se repiten hasta el cansancio aunque sean
infundadas y creación de otros, pero que se coronan sin criterio propio ni capacidad de análisis,
hasta pegarlas en el autoengaño de
hacerlas nuestras sin ser originales y que solamente son defendibles con el
insulto o dando por concluido el debate. Más en www.somoselespectador.blogspot.com