Con la conclusión del mandato presidencial de Andrés Manuel López Obrador se cierra una brillante época de la vida pública del país basada en un lópezobradorismo como movimiento genuino de derrumbar el abuso presidencialista y fortalecimiento del pensamiento de izquierda y que ahora hereda como consecuencia reaccionaria, al bipartidismo desenmascarado y la máxima graduación de la participación femenina en la política nacional para ocupar la Presidencia de la República. Ha sido un político revolucionado, quien en una lucha contrafraude y en favor de la asistencia social como obligación de gobierno y garantía ciudadana, quien ha establecido comportamientos inimaginables que desmantelaron al régimen presidencialista asfixiante y corrupto y a la complicidad del abuso empresarial, y que ahora con su ausencia deja a un pueblo participativo pero sin plena conciencia social cuya única herramienta democrática es la acción más primitiva de las democracias que es el voto. Ahora las banderas lópezobradoristas solamente serán una inspiración para el progresismo pero las nuevas banderas serán las electoreras que habían sido guardadas ante un movimiento que ahora querrán convertirlo en un simple partido. Difícilmente la nueva titular del ejecutivo federal aparecerá durante seis años en las listas de los mandatarios con mejor aceptación en el mundo, ni el morenismo será un punto de defensa que como inercia guarden los lópezobradoristas. Hoy por hoy la fuerza regresa a la estrategia mediática, al direccionismo, al grito banal callejero como reflejo ante la ignorancia política y la carencia de una base educativa. El odio regresa a ser la única fuerza de movilidad ante una intelectualidad inerte, que regresa a lo mismo ante tantos últimos cambios.Más
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