Trump es imprevisible en
todo, salvo en demoler el legado de Obama. En ese terreno, el presidente camina
en línea recta y siempre que puede golpea. Lo
hizo con el Obamacare Lo hizo con el
Obamacare y ahora
lo intenta con Cuba. El resultado, como es habitual en él, resulta irregular.
Ni ha podido desmontar toda la reforma sanitaria ni cerrar ahora por completo
las puertas a Cuba. En ese sentido, pese a la grandilocuencia de su discurso,
la marcha atrás no es total. Algunas medidas permanecen. No se cierra la
Embajada de La Habana, no se prohíben los vuelos comerciales ni los cruceros y
tampoco se restituye la política de pies
secos, pies mojados que permitía a los cubanos entrar sin visa en EEUU.Pero
el golpe no deja de ser duro. Los días de la gran diplomacia americana han
terminado. El delicado juego de equilibrios que desplegó Obama, los contactos
secretos con el Vaticano, el saludo mismo del presidente de Estados Unidos y
Raúl Castro en Panamá son desde hoy parte del pasado.