La política de Donald Trump parece darle la espalda a la globalización y al neoliberalismo que tanto abanderó Estados Unidos y que transmitió como una enfermedad por todo el mundo. En su primer discurso como Presidente de la Nación de Norte América, Trump fue claro en precisar que antes que nadie y que todo; primero está la unión americana. Su política radica en una intención clara de que cada país viva o sobreviva con sus propios recursos e inyectar la economía interna de los Estados Unidos. En principio la propuesta suena justa y también lógica. Sin embargo no lo es del todo, cuando la ideología imperialista de Estados Unidos no ha sido eliminada, por lo que parece pretenderse imponer una economía donde el país rico hace que los países pobres trabajen para él, sin importar los derechos humanos ni su porvenir. La corrupción del gobierno de los países económicamente sometidos ha dado como resultado un nulo desarrollo cultural, educativo y económico; al grado de no saber ni siquiera utilizar sus propios recursos naturales para poder defenderse en el mercado, por lo que cuentan con su única mercancía que es la mano de obra pero no el recurso (aún teniéndolo pero inutilizado); razón principal de las migraciones y de relaciones comerciales absurdas como ocurre con el petróleo mexicano que se vende sin procesar y luego lo que se vendió se vuelve a comprar pero más caro por haber sido regresado, ya procesado. Ahora la política estadounidense pretende cerrar las puertas de intercambios comerciales para solamente comprar mano de obra, tal y como lo hace en su relación con China en donde sin importarle las condiciones laborales extremadamente desfavorables a que somete a dicho país, en donde se trabajan horas extras de manera inhumana y en donde se aceptan a niños trabajadores; Estados Unidos obtiene ganancias aceleradas a costa de la productividad de mano de obra y en donde se disfraza a China de ser una potencia económica sin hacer notar el abuso inhumano de su gobierno y que el mismo Estados Unidos trata de ocultar, centrando la atención mundial, con descalificaciones para Venezuela, Cuba o Irak. Ha sido Estados Unidos quien ha provocado cambios
muy profundos en las condiciones laborales en China en donde se les ha obligado a tener una población activa de
unos 800 millones de personas, que representa prácticamente el doble que la de Estados Unidos
y la Unión Europea juntos, pero socavando los derechos de sus trabajadores
para atraer inversiones y aumentar la competitividad de sus productos. Con la presión por parte de Estados Unidos a China para realizar este tipo de prácticas, obtiene a la vez también presión a otros países a
hacer lo propio, y así parece reflejarse en la nueva relación de Trump y México, en donde se pretende que el mexicano trabaje en México no en Estados Unidos pero que siga produciendo a la economía estadounidense, mientras que las actividades netamente comerciales, corren por cuenta de Estados Unidos pero sin participación de quien ofrece la mano de obra, de quien poco le importa su crecimiento y más le beneficia su pobreza.