miércoles, 13 de enero de 2021

EL PRESIDENTE ESTADOUNIDENSE QUE PARECIA DE LA REGION LATINOAMERICANA

 






















ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.-La cobardía mayor no es callar nuestros verdaderos pensamientos sino apoyar aquellos con los que no coincidimos. Ante el dominio mediático convencional y no convencional y la cibercracia  que envuelve al mundo como una revolución libertana tecnológica, pero como dictadura filosófica; es que resulta para muchos  cada vez más difícil expresar sus opiniones ante la crítica social casi censuradora y ante la debilidad intelectual para no defender sus opiniones y posturas analíticas. El miedo de no decir lo que los otros dicen y salirse de la formación de la fila de las homogenialidades, hace que hasta los ganadores de la batalla resulten los fugitivos ante la calificación masiva de los perdedores. Hace cinco años recuerdo que tuve la osadía, de argumentar que ni Donald Trump ni López Obrador  serían unos  hitlerianos y menos perjudiciales ni para Estados Unidos ni para México; lo que ocasionó en unos extrañeza casi risible, en otros el contrapunto sano de ideas y en otros hasta el enojo, sin embargo el carácter informativo nos acostumbra  a la intimidación sin intimidarnos, y sostuve mi punto de vista, que como toda opinión está lejos de ser la verdad absoluta. Ahora que ha transcurrido media década, es difícil no calificar a ambos gobernantes como antineoliberalistas, y que cuyas transiciones en la presidencia de sus países resultó más pacíficas que las de sus contrincantes políticos,  como lo fue en el caso de Calderón donde su toma de protesta que fue  caótica estuvo acompañada de su intento de legitimación con "la guerra contra el narco". Igualmente  ha ocurrido  en el caso de Joe Biden que a la víspera de su protesta biblica constitucional, ya ha tenido como antesala un toque de queda,  que nunca había ocurrido en los Estados Unidos ni cuando se suponía que un engendro feroz como Trump había ganado la presidencia, aunque hubiera sido en un procedimiento electoral caduco,  como el que mantiene los Estados Unidos. La opinión propia es la verdadera virtud constructora de la democracia y no aquella copiada, inducida o direccionada en el subconsciente colectivo, que ha logrado hacer una sociedad floja, con parálisis inductiva y deductiva del pensamiento, que califica a malos y buenos  como en las películas del viejo oeste, en el juego de estás conmigo o contra mí, y en el proceso intelectual más primitivo e inoperante, en donde el argumento es la calca del mensaje manipulador y ante la falta de argumentos, la grosería. Nadie que se diga éticamente  integro  sería tan cobarde de terminar una discusión enardecido o bajo el insulto a un personaje por no coincidir con su gobierno, cuando no existe indicio o prueba que pueda apuntarlo como un corrupto o un defraudador, como han resultado aquellos que han atacado y encarcelado  a los que no aplican una política de acuerdo al lineamiento de apoderamiento  monopólico empresarial  y  una  estrategia perversa para la debilidad del Estado.Más en www.somoselespectador.blogspot.com