Los mayores saqueos presidenciales en la historia de México comenzaron en la gestión Lópezportillista hasta el grado de que la corrupción trató de inyectarse como parte de la cultura mexicana tal y como lo aseveraba el priísta Peña Nieto quien igualó las hazañas saqueadoras de sus maestros priístas y de Salinas de Gortari. Sin embargo la imagen presidencial ya estaba deteriorada con las medidas dictatoriales de Díaz Ordaz y Luis Echeverria, a los que s eles calificaba de asesinos, cuando sus sucesores no se destacaron por buscar estudiantes desaparecidos sino por desaparecer estudiantes, así lo hizo Echeverria en una calca de la matanza del 68, López Portillo con Durazo Moreno, De la Madrid y Salinas con asesinatos hasta de sus propios militantes y ya ni se diga las quemazones de Fox, los muertos de Calderón y los desaparecidos de Peña Nieto desde que era gobernador del Estado de México. El aumento de la deuda, el saqueo del patrimonio nacional y la crisis ética de arriba se regaba hacia abajo, en donde el único desahogo del pueblo resultaba la burla y la queja pública. Primero con las carpas, luego con los intelectuales orgánicos que hacían una pantomima de crítica periodista severa bajo la institución del chayote y hoy en día, la feria de calcamentes, en donde por medio de las redes sociales, el usuario repite la verdad de otro como si fuera su verdad propia sin derechos de autor de por medio. El quejido y a la vez el insulto por el titular del ejecutivo se hizo crónica, pero bien ganada por el mandatario impuesto mediante el dedazo y el fraude. Sin embargo los aullidos de lobo y los ladridos de perro eran iguales, tanto de beneficiados corruptos como de desafortunados del sistema. Y a falta de argumentos de una población políticamente analfabeta y consumidora de la televisión monopólica, la única herramienta de defensa resultaba ser el insulto. De haber ganado la presidencia, personajes inmaculados como Cuauhtémoc Cárdenas, Luis Donaldo Colosio o Manuel Clouthier, también hubieran tenido el mismo destino de la burla inargumentada. El mismo Vicente Fox bajo el engaño del cambio democrático y la promesa de sacar al PRI de los pinos, terminó pronto con su luna de miel con sus votantes y terminó alentando porque aquel PRI que prometía sacar, ahora volviera a colocarse la banda tricolor. Fue hasta el 2018 que el movimiento Lópezobradorista desmanteló al modelo presidencialista continuado por cincuenta años, y rompió la barrera entre un pueblo que siempre insultaba a su presidente, para convertirlo en un pastel en donde el 35 por ciento de su entero, seguía atacando al mandatario pero el otro porcentaje mayoritario , ahora apoyaba a su Presidente, mismo que se dio el lujo de hasta sostener un plebiscito de ratificación de mandato. Transcurrió con López Obrador el primer año de gobierno, luego el segundo, el tercero, el cuarto y el quinto, y la luna de miel con los gobernados no terminaba y fue en su último año de gobierno en que su aceptación incluso aumentó, siendo todo su sexenio, uno de los tres mandatarios más aceptados en todo el mundo. Por su parte retrogradismo se quedó en el insulto ante la ignorancia de exposición de razones cuyos conceptos tenían como ficha bibliográfica, la manipulación y el efecto espejo. No faltó una proporción prudente de la población que terminó aceptando que López Obrador sí tapó bocas, que su proyecto de nación no resultaba tan malo como lo señalaban aunque tampoco perfecto como imprudentes llegaban a presumir, y que los medios de conductismo habían sembrado miedo a lo desconocido e inquietudes, pero que todo lo que se decía no resultó cierto. Sin devaluación, sin aumento de deuda con todo y pandemia, con reconstrucciones y programas sociales récord, el presidente no resulta objeto de un análisis de gobierno serio pero tampoco se le excluye de la tradición ignorante y manipuladora del insulto suscrito por la estupidez, aunque tal situación sea minoritaria y nada comparable con los anteriores presidentes. La manipulación de medio siglo por insultar al presidente bajo la queja acompañada de la frase "exijamos" bajo la nulidad de acción, no excluirá tampoco a Claudia Sheinbaum como la primer Presidente de México, y el hecho de ser mujer, contendrá el insulto feroz que se le puede hacer a un hombre, pero conforme transcurra su sexenio, la vulgaridad de los remitentes no podrá ser contenida, porque ésta, no respeta hijos, ancianos, pobres, etnias o impedimentos físicos, los insultos resultan tan deplorables como la presencia del propio lanzador de los mismos. Un Presidente corrupto nunca podrá ser respetable como tampoco lo es, aquel que sin argumentos solamente suelta quejidos a falta de procesamiento de ideas y de conocimientos. El ataque del pueblo a sus gobernantes es una conducta que es tan remota como el surgimiento del cargo, los mismos pasajes bíblicos acusan de haber crucificado a quien motivó los pasajes del mismo encuadernado, pero el insulto uniformado, repetitivo, nace en México del propio gobernante para el desahogo del gobernado y a la vez, su castración de autocrítica y de poder darse cuenta que que se ha llenado de lodo por querer enlodar a su punto de agresión. El ataque a
la figura presidencial es casi una tradición sexenal que parte de la
furia desatada ante un mal proceder sin recursos efectivos para detenerlo, y en
el caso del último sexenio que pocos han
seguido con lo acostumbrado, se ha explicado tanto por
expertos en psicología como en sociología que los antilópezobradoristas realizan una agresión desplazada que se
deriva de una conducta provocadora más que como reacción fundamentada.