La impartición de justicia se ha convertido en una cueva de empleados privilegiados que buscan acumular antigüedad para alejarse de su labor a la cual no tienen vocación, y así disfrutar de una jugosa jubilación para después recordar sus supuestas hazañas como juzgadores cuando en realidad los ciudadanos saben que sinónimo de juez o ministerio público es ser ladrón o corrupto, ante el disimulo de sus propios familiares, progenitores o compañeras de alcoba, que en el fondo saben que esta situación tiene una alta probabilidad de ser cierta. El descuido del derecho mexicano parte desde las escuelas y universidades patito que regalan títulos en carreras vigorizantes de un máximo dos años, luego en el palanquismo o falsedad de parentesco para llegar al órgano jurisdiccional, al igual que el ministerial, así como la ignorancia, torpeza y también corrupción de los legisladores para realizar leyes y reformas a las mismas, que son ineficientes, en el mejor de los casos insuficientes y en favor de las esferas de poder o alentando a su propia vanidad legislativa sin la menor autocritica intelectual, de que no tienen preparación alguna en la materia o que son fomentadores de la justicia a pago. Los abogados y otros trabajadores en el campo del derecho, también tienen responsabilidad ante su distracción monetaria en vez de su atención social. La accesibilidad a la impartición de justicia cada vez es menor por el raterismo, la búsqueda de confort y la burocracia. Así han transcurrido estos últimos años con un código nacional de procedimientos penales digno para el retrete, aunque la comunidad jurídica llena de ineptitud lo presuma con adornos del juicio previo y debido proceso, sin comprender la magnitud de la palabra "proceso penal acusatorio oral", en que supuestamente protege al inocente para aportar pruebas sobre su inocencia en vez de aportar pruebas para desvanecer su culpabilidad que en sentido práctico resulta lo mismo salvo en la habladuría teórica. Y ni que decir de la presentación de demandas con previa cita virtual en diferentes entidades federativas, en donde la protección jurídica tiene como requisito que el demandante primero que nada tenga internet antes que urgencia de atención judicial. Las reformas que ahora se busca sean aprobadas, no atienden al fondo del problema judicial, ni al ministerial, ni las pifias de las Fiscalías y de su impartición de justicia o a buscar la rapidez de la atención judicial tanto a nivel local como federal, pero sí resultan un primer paso para permitir la efectividad de una sacudida política para la mafia de negro que se resiste al progresismo, a la violación constitucional y al cumplimiento de lo que miles de votantes han aprobado en las pasadas elecciones en donde a quienes ya se les había advertido de esta iniciativa de ley, no sólo brindaron el "carro completo" para sus ejecutores sino un autobús repleto y hasta con pasajeros colgando en sus puertas, para que tuvieran la mayoría para tal efecto. Es así como se discuten la rompedura de candados de privilegios en donde al igual que el desarme de abusos judiciales deberá venir con urgencia, la atadura de manos ladronzuelas de los abusos ministeriales, los secretariales y los notariales, mediante fórmulas jurídicas que puedan amueblar una habitación que está siendo limpiada mediante las fórmulas políticas mayoritarias como resultado de una revolución presidencialista con los vicios que arrastran los movimientos afortunadamente pacíficos pero que no son autoría total del pueblo, aunque cuenten con su colaboración bajo la herramienta más primitiva en la acción ciudadana que es el voto. Más
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