La paciente veía como pasaban los minutos para que la recepcionista al fin nombrara su nombre para pasar a consulta con el Doctor Marco Antonio Pérez Calzadilla a quien se lo habían recomendado como un erudito en la ciencia médica, como especialista en la ortopedia, dotado intelectual de la cirugía articular y artroscopía. Con la esperanza de acabar con los dolores en su región lumbar, ni siquiera importaba que en aquel hospital donde daba consulta Pérez Calzadilla, en el consultorio adjunto una mujer gritaba del dolor esperando a otro médico que no llegaba puntual a su cita, por lo que tenían que acomodarla entre la recepcionista y un acompañante en los incomodos sillones de la sala de espera, al no haber camilla u otra alternativa de auxilio para ella ,ante la demora de su médico. Pero seguro que Pérez Calzadilla era diferente, las recomendaciones de una de sus colegas y su título de la Universidad La Salle como dice su reseña profesional y de la Universidad Panamericana como lo presume en su recetario, es que lo dejaban fuera de culpa de lo que ahí ocurría. Al final llegó la atención medica por parte del sabio de la ortopedia que poco se dejo ver la cara, ya que atendió entre una pared que evitaba estar frente a frente con la adolorida paciente como si en vez de médico fuera un lector de cartas, de bola de cristal o de horóscopos. La paciente sólo escuchaba la voz del superdotado de la ciencia musculoesquelética ya que el trato directo era con la asistente médica, que aparentemente su único pecado, era tener los mismos apellidos que un saqueador Presidente de México de los años ochentas. Después llegó por fin la receta que se pensaba iba ser eficazmente curativa y la advertencia de hacer nueva cita para dar seguimiento al proceso de sanación. ¡Oh sorpresa!, el medicamento alteró la presión de la paciente lo que le hizo realizar una llamada urgente al médico quien únicamente le advirtió cancelar el medicamento, y que debía reajustarle lo recetado en una nueva cita, que por su saturada agenda debería ser mínimo dentro de tres semanas para después de dar la posible fecha de atención médica, ya no volver a contestar su ocupado teléfono. Después de más de tres semanas, y de que la paciente tuvo que acudir a médicos generales ante una presión de sube y baja, de pronto el tiempo le eliminó sin medicamento ni terapias, aquel dolor original pero que había dejado secuelas con otro dolor en rodillas y brazos, por lo que la paciente todavía confiando en el doctor Pérez Calzadilla y ante un proceso interrumpido, esperaba un nuevo diagnostico y volvió a acudir a aquel hospital de División del Norte y árbol de fuego en la CDMX y con pago de estacionamiento caro, mismo que resultó un gasto aparte del taxi que esperó a la paciente en su consulta. Pero de valde el sacrificio y la confianza brindada al supuesto profesionista, que después de escuchar a la paciente, y sin volverla a revisar, es que interrumpió el relato de sus nuevos dolores para decirle sin más ni más, que su caso no tenía remedio en una consulta de menos de diez minutos. El recetario todopoderoso de Pérez Calzadilla le indicaba que estaba frente a un caso perdido, aún sin analizarlo de fondo y sin ser el mismo padecimiento que presuntamente había revisado en origen. De manera tajante, el pseudo profesionista sentenció que la paciente debía resignarse al sufrimiento de dolor, pero eso sí, le advirtió que la esperaba con otros novecientos pesos para nueva cita médica que ya le había abierto. La anterior narrativa real del comportamiento poco ético y defraudador de Marco Antonio Pérez Calzadilla, médico que arrienda un consultorio en el Hospital HMG Coyoacán , no solamente es para prevenir a enfermos incautos de este barbaján de la medicina, sino para dejar en claro, que el funcionamiento médico de nuestro país es deficiente tanto en el sector público como en el privado, en el ámbito de la preparación profesional y en el terreno ético, por lo que sí por acto de magia, el sector salud de pronto pudiera contar con todos los recursos económicos y técnicos para su funcionamiento aún mayor al que se realiza en Dinamarca, ésto no garantizaría un optimo servicio, mientras tanto, no se corrija también la actitud del profesional de la salud, su formación ética y humana y que tanto hospitales, clínicas, consultorios y facultades lleguen a sobrepoblarse de personas con la vocación médica y no solamente ingresen a una facultad bajo el consejo de la consigna aspiracionista de "estudia algo que te deje dinero" sin enriquecer el alma con la acción de servicio y de predisposición por una actividad a la cual aman. Y ante la mala entraña humana no hay programa de salud gubernamental que valga y que resulte efectivo.